viernes, 25 de noviembre de 2011

La coeducación en la práctica educativa


Eva Lacarra Córdova. Educadora Social y Pedagoga.
  
Materializar la pedagogía coeduca­tiva en los centros escolares no es tarea fácil. A menudo nos encontra­mos con que los agentes educativos presentan resistencias procedentes del desconocimiento, de la norma­lización de los valores y comporta­mientos tradicionalmente asignados a mujeres y a hombres. No suelen ver la necesidad de trabajar la igualdad en las aulas, ya que parece que con la introducción de contenidos trans­versales que aborden el tema y la es­cuela mixta como modelo educativo ya se ha conseguido erradicar la des­igualdad entre los sexos. Sin embar­go, nada más lejos de la realidad. Aún nos queda mucho camino por reco­rrer, prejuicios y actitudes que cam­biar, ya que vivimos en una sociedad donde el sexismo cultural e ideológi­co está fuertemente arraigado.
Todo ello es lo que pretendemos de­construir mediante la coeducación, de forma que las diferencias biológi­cas no se conviertan en desigualda­des y se fomente en niñas y niños un desarrollo integral libre de barreras y estereotipos de género. Se va a cuestionar el modelo androcéntrico dominante (el hombre como medida de todo), utilizando diversas claves y herramientas para poner en práctica.
El modelo coeducativo reconoce la enorme influencia de los condicio­namientos de género, tanto en niños como en niñas, y para superarlos aplica medidas concretas que los compensen.
Es necesario asumir que la escuela parte de una perspectiva masculina como parámetro de estudio y aná­lisis de la realidad, lo que conlleva la existencia de un curriculum ocul­to, formado por comportamientos y pensamientos que contribuyen a reproducir modos de relación este­reotipados y sexistas. Este curricu­lum oculto se transmite de forma inconsciente y refuerza la infrava­loración de los caracteres conside­rados como “femeninos” (sumisión, ternura, dependencia), frente a la mayor valoración de lo socialmente asumido como “masculino” (fuerza, agresividad, independencia). Solo si logramos identificar esta amalgama de prejuicios ocultos podremos des­montarlos y reconstruir un espacio donde estos valores no aparezcan jerarquizados, sino que coexistan en un plano de igualdad y se respeten las diferencias entre las personas.
La hegemonía de lo masculino tam­bién se refleja en los libros de texto, donde es frecuente la minoritaria presencia de mujeres en los campos de la historia, la ciencia o la literatura.
Es muy importante revisar el uso sexista del lenguaje en toda la documentación que se maneja en el centro educativo y en las relaciones con el alumnado. A través del lenguaje se transmite nues­tra cultura, por lo que debemos ser incluyentes al expresarnos y hacer un uso coeducativo de las palabras.
Debemos prestar atención a otros aspectos relativos a la vida escolar: cuidar los estereotipos en la decora­ción del centro o en los documentos escolares; observar qué uso hacen chicos y chicas de los espacios del centro y ver cómo se configuran las relaciones de poder en los espacios libres; comprobar quiénes ocupan las canchas deportivas, qué tipo de juegos hacen o si se mezclan chicos y chicas; abordar adecuadamente las manifestaciones de violencia, anali­zando el tipo de agresiones que se producen (si existe acoso sexual) y prevenir la violencia de género.
Es necesario establecer con las fami­lias espacios de formación que incor­poren estos enfoques metodológi­cos con el objetivo de que fomenten la corresponsabilidad y reflexionen sobre el reparto de tareas en casa o sobre las distintas normas impuestas a niños y niñas.
La tarea es ardua y las dificultades múltiples, pero cada vez somos más las y los que pensamos que la igual­dad de género hay que ir forjándola desde la primera infancia y la es­cuela es el lugar idóneo para ello. Sigamos entonces formándonos y actuando.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Educar para la solidaridad

Federación Riojana de Voluntariado Social.

Mural realizado por alumnos de 4º ESO del CPC
La Salle-La Estrella de San Asensio. Curso 2010-2011

Desde hace más de diez años la Federación Riojana de Voluntaria­do Social (FRVS) viene realizando un proyecto en colaboración con la Consejería de Salud y Servicios Sociales del Gobierno de la Rioja, dirigido a alumnos de 4º Curso de la ESO de todos los centros rioja­nos. “La solidaridad tiene un pre­mio” es un concurso de murales que pretende lograr una sensibi­lización, promoción y orientación del voluntariado en los adoles­centes de nuestra Comunidad y contribuye al crecimiento moral de los jóvenes, favoreciendo su responsabilidad y compromiso.
Con esta iniciativa se intenta mo­tivar a los alumnos de este nivel a que participen plenamente en un proyecto activo, grupal y de repercusión en otros niveles ya que el resultado de la acción será expuesta en una parte visible de cada centro, además de estampar camisetas con los murales gana­dores y una exposición abierta a todos los públicos.
A los alumnos se les explica qué es un voluntario, cuáles son las organizaciones de voluntariado en La Rioja y en España, qué sig­nifica ser voluntario y qué accio­nes tan diversas puede realizar. Los participantes elaboran un mural centrado en los temas fun­damentales de este proyecto que son el voluntariado, las organiza­ciones basadas en voluntarios y qué implica y reporta ser volun­tario.
“La solidaridad tiene un premio” es un concurso que cada año pre­mia a la clase que haya consegui­do plasmar en un mural los obje­tivos propuestos:
  • Hacerse conscientes de la alternativa de acción social que representa el voluntariado.
  • Informarse y sensibilizarse so­bre el tema.
  • Conocer qué motivaciones lle­van a comprometerse como voluntario.
  • Adquirir habilidades de trabajo en grupo.
  • Valorar las incidencias y reper­cusiones del voluntariado a ni­vel social.
  • Elaborar conclusiones y comu­nicar los resultados a nivel co­lectivo.
  • Hacer posible la orientación e implicación de los jóvenes que lo deseen en acciones de volun­tariado, ya que en muchos pro­gramas pueden apuntarse a los 16 años.
“La solidaridad tiene un premio” es una iniciativa que combina educación en valores con sensi­bilización hacia el voluntariado, fomenta el interés y la participa­ción de los jóvenes, impulsa rela­ciones entre iguales para ofrecer pautas que propicien la confron­tación y modificación de puntos de vista, la coordinación de inte­reses, la toma de decisiones co­lectivas por consenso, la organi­zación del trabajo, la distribución de responsabilidades y tareas, la ayuda mutua y la resolución de conflictos mediante el diálogo.
La clase ganadora podrá disfrutar de un día en un parque temático; la sociedad gana jóvenes solida­rios dispuestos a convertirse en voluntarios.


viernes, 11 de noviembre de 2011

Los padres quieren lo mejor para sus hijos


Por Javier Navarro Algás. Gerente de Fundación Pioneros
Esta sencilla afirmación encie­rra la clave para realizar peque­ñas innovaciones a la hora de mejorar el sistema educativo.
Supone reconocer que los pa­dres, familias, unidades de con­vivencia, son los principales aliados de los docentes en su labor. Supone quitar presión al sistema educativo porque es reconocer que hay problemas sociales, familiares, económi­cos, que escapan al ámbito escolar y donde los docentes no pueden intervenir en solitario.
Es habitual constatar que los encuentros entre familias y docentes son esporádicos y se producen cuando hay proble­mas de conducta o conviven­cia, o para la entrega de notas.
En mi opinión, el objetivo de la educación es que los alum­nos alcancen su plenitud como personas, no únicamente que obtengan un título: un enfo­que integral les posibilitará enfrentarse a la vida real con muchas más garantías de éxito.
Me gustaría que las reuniones entre tutores y padres se cele­braran con mayor frecuencia y que se orientaran a la mejora de los alumnos considerados como personas, no como sim­ples receptores de información. Que pudieran valorarse aspec­tos tan importantes como sus preferencias académicas, los deberes una vez finalizada la jornada escolar, las actividades extraescolares que realizan o que podrían ser convenientes, la necesidad de apoyo extraes­colar y cómo la comunidad educativa puede ofrecérselos.
El objetivo es conseguir que los alumnos salgan de clase con ganas de aprender y que los padres se sientan satisfechos de la progresión de sus hijos, no que prolonguen su día con obligaciones académicas y la presión añadida de los exáme­nes, y los padres experimenten con perplejidad que ni sus hijos están motivados ni ellos tienen capacidad para ayudarles.
Esto supone que tanto profe­sores como padres deben es­cucharse mucho más de lo que suelen hacer y, por supuesto, abandonar posiciones de rigi­dez y superioridad por cual­quiera de las partes.
Quisiera insistir en que la edu­cación es el desarrollo de toda la persona; de las emociones, positivas y negativas; del co­nocimiento de uno mismo; de tener un proyecto en la vida; no una mera transmisión de saberes.
No es sano que los jóvenes puedan reprocharnos que des­pués de 16 años de enseñanza obligatoria e incluso estudios universitarios, tuvieron que aprender por su cuenta el sig­nificado del trabajo en equipo, del manejo de sus emociones en la familia, con los amigos, con la pareja, en un entorno laboral, de la capacidad para relacionar conceptos, estable­cer objetivos y priorizarlos, de la educación de la sensibilidad, de los valores morales.
Tampoco me parece sano que los padres sientan que el siste­ma escolar no les escucha, ni la frustración de los docentes por las exigencias que la sociedad deposita en ellos.
Por todo esto me parece que, para comenzar, debe hablar­se más de educación en foros públicos y que debe permitirse a las familias y docentes impli­carse de formas nuevas en los procesos educativos.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Noventa aniversario de Paulo Freire: enseñanzas del pasado

Kilian Cruz-Dunne. Vocal de la Junta Directiva de Fapa-Rioja.

El pasado 19 de septiembre se cumplió el noventa aniversario del nacimiento de Paulo Freire, un gran educador brasileño e in­fluyente teórico de la educación que, en un principio, se ocupó de los denominados ‘desarrapados del mundo’ para, posteriormen­te, construir un armazón sobre lo que significa la educación en el plano intelectual: ¿qué ser huma­no queremos formar?, ¿con qué valores?
Quien desde niño conoció la durísima realidad del nordeste brasileño (opresiva, marginal y desarraigada), se sumerge pron­to en las ideas revolucionarias que pululan en la Latinoamérica de los años sesenta, que utiliza la dialéctica marxista para la visión y comprensión de la historia, y encuentra en el lenguaje de libe­ración surgido de las corrientes más avanzadas del catolicismo (la Teología de la Liberación) el soporte necesario para lograr un discurso pedagógico que busca cambiar la sociedad.
Es por lo que este aniversario ad­quiere en la actualidad un gran significado: el empeño de Paulo Freire para que sus coetáneos rompan su pasividad y silencio, para que adquieran una capaci­dad crítica para relacionarse con la sociedad y así se liberen de sus ataduras, entronca con la impe­riosa necesidad de insuflar cam­bios a nuestra sociedad.
Partiendo de la fuerza transforma­dora que tiene la educación sobre el ser humano, Freire nos hace ver que el acto educativo no consiste solo en una transmisión de cono­cimientos, es el goce de la cons­trucción de un mundo común. La educación se convierte así en una fuerza de acción asociada a la crí­tica constructiva que exige de los docentes una entrega apasionada.
De esta suma de intenciones nace un proyecto social y pedagógico que tiene como misión humani­zar la vida misma. Y para lograr que el conocimiento no solo se transmita, sino “que se construya”, se requiere una suma de equili­brios entre los actores participan­tes en el mundo educativo que tiene su espejo en la construcción de la enseñanza contemporánea.
Freire nos recuerda que, en esta superposición, no sólo es pre­ciso redefinir el rol del docente (el mundo cambia, luego cam­biamos con él) sino que hay que reconfigurar las voces de otros protagonistas (los escolares, las familias), junto con las categorías del pensamiento y el lenguaje, para poder construir un nuevo discurso en el que la educación no es mera instrucción escolar (sí, la incluye, pero va más allá): en los colegios se establecen rela­ciones pedagógicas y sociales es­pecíficas que dejan huellas en las personas que participan de ellas.
Y todo esto, por encima de la con­tienda en la que se ha convertido la educación (¿para cuándo esta será un entente como la Segu­ridad Social, a salvo de la hosti­lidad política?) Si bien Freire ya nos recordó que “la educación es el terreno donde el poder y la política se expresan de manera fundamental”, él también incidió en que para lograr los objetivos básicos de la educación (desa­rrollo de una mentalidad crítica y potenciación de los actores so­ciales para el cambio) no hemos de olvidar que la educación ha de ser pública y no someterse a la privatización, entendiendo esta en el sentido de quitar al Estado el deber de cumplir sus obliga­ciones sociales y sucumbir a una visión mercantilista de la misma.
Por increíble que parezca, Paulo Freire respondió hace ya tiempo a las controversias que inundan el mundo educativo español explicando que la educación responde a las creencias más profundas acerca de lo que sig­nifica ser humano, soñar y dar nombre y luchar por un futuro y una forma de vida social mejores. Convendría recordarlo…