jueves, 1 de junio de 2017

El lenguaje posmoderno

 Matías Salazar Terreros. Psicólogo.

El lenguaje posmoderno estaría caracterizado por la subjetividad y por tanto por la influencia de los sentimientos en los mensajes o transacciones. Esto hace que mu­chas veces la comunicación resul­te hiriente, displicente, carente de amabilidad y de respeto. Es como si que el que escucha un mensaje cargado de sentimientos disfraza­dos responde con el mismo tipo de mensaje displicente e hiriente.
Esto pasa con dos frases que usan con cierta frecuencia los que tie­nen pocos años. Estas dos frases son: “No me rayes” y “No seas moña”.

Su significado respectivo es: “No me rayes” significa déjame en paz, no te metas en mi vida, no te con­siento que me mandes o que me contradigas o que me des conse­jos. Ya soy mayor. Y sé yo lo que tengo que hacer. Por todo esto ¡cállate!

La otra expresión, “No seas moña”, se usa cuando alguien te aconseja hacer algo y se le quiere decir que esa acción no se lleva, que eso es muy infantil y que eso no mola.

¿Y qué indica todo esto?
Con estas dos frases tan lacónicas se están sacando a la luz unas rea­lidades que son poco halagüeñas. La primera realidad es:

Los padres, en muchas ocasiones, no saben qué hacer: si utilizar la autoridad (autoritarismo) o “dejar hacer” inculcando la libertad (per­misivismo).

Y esta incertidumbre o duda les duele: sienten mucho miedo y ra­bia.

En segundo lugar los mismos ciu­dadanos estamos asumiendo a ve­ces, de forma inconsciente, una éti­ca que defiende la propia libertad y los propios derechos sin contra­pesarlos o contrabalancearlos con nuestras obligaciones o responsa­bilidades.

Y esta saturación de libertad (¿li­berticidio?) está trayendo conse­cuencias no gratas sobre todo para los más débiles: borracheras que necesitan del médico, abortos que alteran la conciencia y la psicología de la persona, peleas con heridas, fracaso escolar, ser niños con 30 años, bullying,…
En tercer lugar, es tanta la libertad de expresión que podemos usar palabras “ofensivas” (ladrón, co­rrupto, incita al odio,…) conven­cidos de que es legítimo hacerlo y que nos asiste o defiende el dere­cho de expresión.

Sin embargo en la sociedad se nota un estado de duda o inse­guridad sobre lo que es punible o permisible en asuntos como la fama, el honor. Esta inseguridad hace daño.

Conclusión: En la matriz cultural actual se necesitan tres cosas:
1.- Respeto a las persona, empe­zando por respetar a los propios padres.
2.- Conciencia éticamente forma­da.

3.- Una buena dosis de humildad para escuchar y dialogar ya que no siempre uno tiene la razón ni lo sabe todo.