jueves, 6 de octubre de 2016

Las sombras de la educación


José Manuel Álamo Candelaria. Investigador y Trabajador Social Instituto Universitario de Investigación sobre migraciones, etnicidad y desarrollo social (IMEDES).


¿Qué hacemos como padres o madres, responsables políticos, profesores, ciudadanos?

La estrategia del avestruz; responsables políticos, padres y madres, ciudadanos y ciudadanas, parecemos acogernos a la conducta de defensa atribuida a esta ave: correr todo lo que puedas y, al no poder volar, hacer un agujero en el suelo y tratar que la oscuridad solucione los datos objetivos de una realidad que tememos.

La generación mejor formada en la historia de nuestro país, se encuentra con un porcentaje de paro del 47,3%. Según la Encuesta de Población Activa, de los y las jóvenes que trabajan, sólo el 23% lo hace a tiempo completo y en comunidades como Baleares, La Rioja y Canarias se disparan los contratos de prácticas y formación, que sólo el 20% deriva en contratos medianamente estables (datos aportados por el Observatorio de la Emancipación del Consejo de la Juventud de España).

La violencia en el ámbito infantil y juvenil está adquiriendo una expresión enormemente preocupante. El bullying, es decir, cualquier forma de maltrato psicológico, verbal o físico producido entre escolares de forma reiterada a lo largo de un tiempo determinado, se extiende como una mancha de aceite y adquiere nuevas formas. La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización de las Naciones Unidas ofrecen cifras muy preocupantes. Cada año se suicidan en el mundo alrededor de 600 mil jóvenes entre los 14 y 28 años, de cuyos casos, al menos, la mitad se atribuye a  este método de acoso que está traspasando las aulas y los patios de los colegios, para extenderse en formas. Ejemplos de ello son aún más complejas en las redes sociales, a través de múltiples formas como el sexting (difusión de imágenes de contenido sexual para humillar al afectado); bullying homófobo que hace referencia a aquellas conductas de maltrato que toman como objeto la orientación sexual de la víctima (real o imaginada); el bullying racista o xenófobo, cuando las situaciones de violencia se realizan por motivos raciales, étnicos o creencias culturales o religiosas.

A este sombrío bosque, debemos sumar fenómenos nuevos como la violencia filioparental. Según el psicólogo Javier Urra el 13% de los jóvenes en España maltrata física o verbalmente a sus padres. Actualmente, se dan más de 400.000 casos al año. Otra circunstancia preocupante, es la propiciada por los chicos y chicas que son denominados “ninis” es decir ni estudian, ni trabajan: 1 de cada 5 en España están en esta situación.

¿Existe esperanza? ¿cuál es la salida? Tomar clara conciencia de que esta juventud está formada por nuestras hijas, nuestros sobrinos, nuestras nietas. Y asumir que, generalmente, sufren en silencio, disimulan su inquietud con conductas contradictorias, camuflan sus dramas como pueden porque sienten un profundo sentimiento de vergüenza y de miedo. Tenemos que ejercer nuestro papel de adultos y acompañarles en la selva de una postmodernidad enormemente compleja. En palabras del sociólogo y filósofo Zygmunt Bauman, pasamos de una modernidad sólida caracterizada por la estabilidad con visión amplia y pronósticos de futuro fáciles de predecir, a una modernidad líquida caracterizada por el ahora y la incertidumbre.


Sacar, en definitiva, la cabeza del agujero, desarrollar unas Políticas Públicas que prioricen estas situaciones, apoyen a muchas instituciones y profesionales como trabajadores o educadores sociales, psicólogos, profesorado que ofrecen a través de múltiples recursos una manera de superar esta oscuridad y generar otra educación positiva, inclusiva, generadora de jóvenes con capacidades para construir una sociedad más justa y responsable.