viernes, 10 de enero de 2014

¿Se puede amar a quien te hace daño? ¿Te ama quien te hace daño?

Miguel Loza Aguirre. Pedagogo y asesor de Educación de Personas Adultas en el Berritzegune de Vitoria.
Durante muchos siglos se ha venido pensando que la atracción entre una mujer y un hombre era algo inexpli­cable, un impulso, algo irracional, y que nada se podía hacer en su con­tra ya que era regido exclusivamente por el corazón. Es por esto por lo que el dios del amor, Cupido, se repre­senta por un angelito con los ojos cerrados que, al azar, lanza flechas de amor que traspasan el corazón de los amantes, atrayéndoles irre­mediablemente, es decir, quiéranlo o no. Esto explica que algunas muje­res puedan comprender y hasta en­tender como algo natural el sentirse atraídas por un hombre que les pue­de hacer daño; creyendo que no es posible luchar contra esa atracción, que lo único que pueden hacer es rechazar a ese hombre o empezar una relación con el riesgo de acabar maltratada. Eso sí, en ambos casos seguirán pensando que les atrae y que le quieren. NADA MÁS FALSO.
No hace mucho tiempo se han empezado a investigar las razones por las que se produce la atracción entre una mujer y un hombre y se está llegando a la conclusión que la atracción es una cuestión que se aprende y que, por tanto, se puede desaprender. Es decir, son elemen­tos culturales los que van imponien­do modelos de hombres que resul­tan atractivos. Así por ejemplo, tiene mucha importancia lo que el grupo de amigas defina como atractivo, los mensajes publicitarios con sus modelos de masculinidad, y deter­minadas conductas de protagonis­tas masculinos de la televisión y del cine –pensemos en un momento en el “Duque”– . Y lo que es más impor­tante y esperanzador: si estos mode­los cambian, también varía el tipo de chico atractivo.
Otra de las cuestiones a tener en cuenta es la confusión existente en­tre amor/amistad y pasión. En oca­siones, el chico que no te hará daño, aquel en el que puedes confiar, el que está dispuesto a escucharte, a comprenderte, a ser solidario conti­go, es considerado como un amigo que no despierta la pasión. En cam­bio, otro con un puntito de agresi­vidad, de chulería, que suele ser un celoso enfermizo y con cierto aire de superioridad machista, suele ser el que “pone”, el que llega a despertar apasionamiento. Y parece que esto sucede porque la atracción es así, porque no la podemos controlar. NADA MÁS ALEJADO DE LA REALI­DAD.
Esta percepción de la pasión también es una creación cultural, algo que nos han enseñado y que hemos aprendido. Por eso es muy importante aprender a ser atraídas por aquellas personas que realmen­te nos quieren y despreciar a las que nos pueden hacer daño. Como dice mi buen amigo Jesús Gómez en su libro “El amor en la sociedad del ries­go”: “La insatisfacción de las relacio­nes basadas, bien en ligar (pasión sin amor), bien en la estabilidad (amor sin pasión), solo puede superarse uniendo en la misma persona ter­nura y excitación, amistad y pasión, estabilidad y locura”. Es por eso por lo que la pasión va unida al amor y a la amistad, no a la agresividad. La pasión es fruto de la igualdad y de la libertad, no de la desigualdad y de la opresión. La pasión sin ingredien­tes como: cariño, igualdad y libertad por parte de las dos personas de la pareja provoca un desequilibrio emocional que en vez de acercarte a la felicidad te llevará irremisiblemen­te al sufrimiento y a la tragedia.
“Malo, malo, malo. No se daña a quien se quiere”.