viernes, 3 de octubre de 2014

La adolescencia: etapa de las decisiones

Matías Salazar Terreros. Psicólogo.

La adolescencia es esa fase de la vida que va desde los 12 a los 17-18 años. En ella se toman una serie de decisiones básicas, muy influyentes:
El adolescente ha de decidir en primer lugar cuál o cómo de­sea que sea su futuro laboral, profesional o vocacional. En se­gundo lugar la decisión es sobre los amigos: tener y sobre todo cuáles o cómo han de ser los amigos. La tercera decisión es cuáles son o cuáles serán las afi­ciones, deportes, cuidado de la salud y de la vida. La cuarta es la elección de valores éticos por los que van a gobernar o regir su vida y sus actos que le ayudarán en los momentos oportunos. Y la quinta decisión a tomar es si desea ser acompañado, querido, animado, fortalecido, cuidado por Dios tal como se ha manifes­tado en Jesucristo o no. Es decir creer o no creer.
Esta decisiones son más útiles y más acertadas en la misma me­dida en que el adolescente las haga con más lucidez y libertad. Por esto se dice que la vida de una persona depende en gran parte de las decisiones tomadas en la adolescencia. Y así la ado­lescencia es la hora de empezar a tomar decisiones y ejercitar la libertad con responsabilidad.
Las grandes metas y grandes valores
Para tomar estas decisiones sir­ven los grandes ideales y los principios o valores éticos. En la adolescencia aparecen los gran­des ideales, se sueña o se aspira a lograr grandes éxitos científi­cos, profesionales, artísticos, es­téticos, deportivos. El adolescen­te busca lograr la perfección.
En la vida del adolescente en­tran también las grandes causas: se desea arreglar el mundo, que desaparezcan todas las injusticias y todos los males y que broten ríos de solidaridad.
También toman presencia en el alma adolescente los grandes principios o criterios éticos. Con ellos analiza la vida personal y social. Son pocos pero tienen nombre: son la justicia personal y social, la verdad, la igualdad, el respeto, la confianza, la igualdad y el amor desinteresado. Sabe que en ellos le va su propia fe­licidad y la de los demás. No es extraño oírle repetir frases como estas: “no hay derecho; eso no es justo; lo que más me duele es que no se fíen de mí; odio la violencia y la agresividad; qué asco de vida, me dan pena esas personas tan necesitadas”.
En su interior está seguramente de forma consciente o incons­ciente la ética universal: “Cuanto queráis que os hagan los hom­bres, hacédselo también voso­tros a ellos”.
El esfuerzo constante
Estas metas nunca se alcanzan sin esfuerzo y nunca se alcanzan del todo; ni los demás te tratan siempre bien, ni tu tratas siem­pre bien a los demás. No siem­pre uno es feliz y, a veces, se cansa de ayudar. Al adolescente le acechan dos peligros: desalen­tarse ante los pequeños o gran­des fracasos y comprobar que la fuente del mal que crece dentro, nunca se seca.
Ante esta situación el amor sirve y una ayuda incondicionada hace maravillas.

Es una de las decisiones. Cuanta más claridad de mente y de con­ciencia tengas, para tomar las decisiones, mejor será tu futuro.