Matías Salazar Terreros. Psicólogo.
La adolescencia es esa fase de la vida que va desde los 12 a
los 17-18 años. En ella se toman una serie de decisiones básicas, muy
influyentes:
El adolescente ha de decidir en primer lugar cuál o cómo desea
que sea su futuro laboral, profesional o vocacional. En segundo lugar la
decisión es sobre los amigos: tener y sobre todo cuáles o cómo han de ser los
amigos. La tercera decisión es cuáles son o cuáles serán las aficiones,
deportes, cuidado de la salud y de la vida. La cuarta es la elección de valores
éticos por los que van a gobernar o regir su vida y sus actos que le ayudarán
en los momentos oportunos. Y la quinta decisión a tomar es si desea ser
acompañado, querido, animado, fortalecido, cuidado por Dios tal como se ha
manifestado en Jesucristo o no. Es decir creer o no creer.
Esta decisiones son más útiles y más acertadas en la misma
medida en que el adolescente las haga con más lucidez y libertad. Por esto se
dice que la vida de una persona depende en gran parte de las decisiones tomadas
en la adolescencia. Y así la adolescencia es la hora de empezar a tomar
decisiones y ejercitar la libertad con responsabilidad.
Las grandes metas y
grandes valores
Para tomar estas decisiones sirven los grandes ideales y
los principios o valores éticos. En la adolescencia aparecen los grandes
ideales, se sueña o se aspira a lograr grandes éxitos científicos,
profesionales, artísticos, estéticos, deportivos. El adolescente busca lograr
la perfección.
En la vida del adolescente entran también las grandes
causas: se desea arreglar el mundo, que desaparezcan todas las injusticias y
todos los males y que broten ríos de solidaridad.
También toman presencia en el alma adolescente los grandes
principios o criterios éticos. Con ellos analiza la vida personal y social. Son
pocos pero tienen nombre: son la justicia personal y social, la verdad, la
igualdad, el respeto, la confianza, la igualdad y el amor desinteresado. Sabe
que en ellos le va su propia felicidad y la de los demás. No es extraño oírle
repetir frases como estas: “no hay derecho; eso no es justo; lo que más me
duele es que no se fíen de mí; odio la violencia y la agresividad; qué asco de
vida, me dan pena esas personas tan necesitadas”.
En su interior está seguramente de forma consciente o inconsciente
la ética universal: “Cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo
también vosotros a ellos”.
El esfuerzo constante
Estas metas nunca se alcanzan sin esfuerzo y nunca se
alcanzan del todo; ni los demás te tratan siempre bien, ni tu tratas siempre
bien a los demás. No siempre uno es feliz y, a veces, se cansa de ayudar. Al
adolescente le acechan dos peligros: desalentarse ante los pequeños o grandes
fracasos y comprobar que la fuente del mal que crece dentro, nunca se seca.
Ante esta situación el amor sirve y una ayuda incondicionada
hace maravillas.
Es una de las decisiones. Cuanta más claridad de mente y de
conciencia tengas, para tomar las decisiones, mejor será tu futuro.