viernes, 28 de octubre de 2011

"Se necesita todo un pueblo para educar a un niño". Proverbio africano


Jesús Jiménez Martínez. Director del CP San Prudencio (Albelda de Iregua).

La educación de nuestros jóvenes no puede quedar en las manos exclusi­vas de los centros educativos. Cuan­do un niño llega a la escuela con tres años, lleva dentro de sí toda una serie de hábitos, actitudes y compor­tamientos aprendidos que serán la base sobre la que irá construyendo su personalidad en todas sus face­tas. En los centros educativos pasan nuestros hijos y alumnos un 20% de su tiempo, 5 horas. El resto, 80% o 19 horas, están bajo la mirada y respon­sabilidad de sus padres.

Educar a todos entre todos, es el ca­mino para lograr una sociedad más justa. En este sentido, se hace nece­sario cada vez más, la puesta en mar­cha de proyectos y programas donde todos, docentes y familias, podamos parar y reflexionar. Se echa de menos momentos y lugares para la reflexión. Se echa de menos aquellos tiempos en que la sociedad en general y el mundo educativo en particular de­dicábamos parte de nuestro tiempo y esfuerzo a analizar, valorar y tomar decisiones sobre el qué y el cómo educar a nuestros hijos y alumnos. Fueron tiempos de análisis y de toma de decisiones que a posteriori he­mos comprendido como necesarias. Fueron momentos esperanzadores. Fueron tiempos ilusionantes. Fueron momentos vivos en que los centros educativos, y la sociedad en general, hervían de ganas de hacer y, sobre todo, de innovar.
Han pasado los años y parece que todo ha ido diluyéndose. Se oye en muchos círculos comentarios que me preocupan: “los experimentos, con gaseosa”, “no queremos ocurrencias en educación”. Nos hemos metido en nuestros centros y en nuestras aulas. Los centros se han puesto una coraza y apenas mantienen relación con su entorno y gente más próxima. Es tal vez un mecanismo de defensa frente a la que está cayendo, frente a todo lo que se está exigiendo a los centros educativos y lo poco que se les está dando para hacer efectiva esta labor tan importante y fundamental en la sociedad que estamos construyendo en el día a día: su futuro y su progreso. Nuestra sociedad del futuro depende de la formación que seamos capaces de dar a nuestros hijos, a nuestros herederos, para bien o para mal. Hoy, más que nunca, se hace necesario despertar. Toda la sociedad ha de des­pertar por el bien de ella misma, por aquellos que son nuestro futuro, que son el progreso. Necesitamos a todos. Necesitamos parar. Necesitamos re­flexionar, pero todos juntos. Sin lugar a dudas, este comienzo del siglo XXI, el siglo de las nuevas tecnologías, es un buen momento para tomar deci­siones en muchos aspectos de la vida, pero sobre todo en el educativo. Estas decisiones van a marcar, el sendero a seguir en pos de una sociedad más justa y que espera lo mejor de cada uno de sus individuos.
Se observa en este momento en el mundo educativo, aunque a lo lejos todavía, algunos grupos de personas dispuestas a trabajar en equipo, a buscar nuevas fórmulas y estrategias que permitan conseguir una mayor calidad en nuestros centros, a ana­lizar y valorar aquellas actuaciones educativas que han tenido éxito en otros espacios y a ponerlas en mar­cha, si así se cree oportuno, aquí y ahora. Son personas que represen­tan a toda la comunidad educativa porque la clave del éxito final radica en la común unión de todos los que buscamos el mismo objetivo, una es­cuela de calidad para todos nuestros hijos y para todos nuestros alumnos. Pero en este empeño no podemos ni debemos estar solos. La sociedad, y en especial sus representantes elegi­dos democráticamente, han de em­pujar con todas sus fuerzas para que todos los movimientos a favor de una escuela de calidad sean apoyados e impulsados y no frenados ante el te­mor de no sé qué miedo a no se sabe muy bien a quién.

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