viernes, 7 de septiembre de 2018

Consciencia para el cambio

Clara Moral, responsable del programa de Familias de Fundación Pioneros

“Soy otra persona, mi familia es otra familia. He salido de las cenizas hacia adelante, me han apoyado muchísimo, me han hecho ver que valgo más de lo que yo creía, que todo lo que hacía podía hacerlo y podía ir a más. Me han hecho mejorar mucho como persona”. 

Es el testimonio de Mari Mar, una de las madres que participa en el programa de familias que gestiona Fundación Pioneros gracias al apoyo del Ayuntamiento de Logroño. Un programa que  parte de la base de las capacidades que tienen las propias familias para gestionar los diferentes momentos vitales que acontecen a lo largo de la vida; sobre todo, en aquellos que requieren más flexibilidad y adaptación como es el periodo de la adolescencia. Esas capacidades y fortalezas son en muchas ocasiones olvidadas o dejan de tenerse en cuenta cuando se entran en dinámicas de problemas, reproches y acusaciones.

Para ello, se llevan a cabo varias intervenciones. Por un lado, sesiones individuales en las cuales se trabajan diferentes elementos que dificultan a la persona o al joven poder alcanzar un estado de bienestar tanto de manera individual como dentro de su sistema familiar y relacional. Además, se detectan de manera más profunda cuáles son los roles y las dinámicas que mantienen el problema para así, poder identificarlas y actuar sobre ellas.

Estos elementos se generan en un ambiente donde se cuida el establecimiento de una alianza terapéutica, un vínculo que facilita y posibilita de una manera más segura el cambio.

Por otro lado, se llevan a cabo grupos de padres y madres. Cada quince días nos reunimos en torno a un buen café y unas pastas que nos endulcen la tarde y por qué no decirlo, la vida.  Creamos un espacio acogedor, sentándonos en círculo, de tal manera que todos y todas nos podamos ver, mirar y sentir, teniendo una visión de apertura, confidencialidad y respeto. La responsable del programa se apoya en numerosas técnicas, bebiendo principalmente de técnicas vivenciales.

Se considera el trabajo grupal como un elemento diferenciador y necesario para poder adquirir nuevas herramientas y habilidades que faciliten la resolución de conflictos y conseguir un estado de bienestar más satisfactorio.

La temática está abierta. La comunicación, el respeto, los diferentes estilos de crianza, la responsabilidad, la confianza, la gestión de conflictos, la implantación de límites y normas, la necesidad de reconocerse como parte del sistema familiar, el cariño,  el afecto y el cuidado entre otros muchos otros, son algunos de los temas que se trabajan.

El grupo tiene una gran diversidad, personal y cultural; tiene como motor la presencia y la escucha activa; ingredientes que posibilitan un conocimiento personal más profundo de cada uno de los integrantes.


Permite compartir en un espacio de cuidado y bienestar los diferentes estilos educativos que cada uno de ellos tiene a la hora de relacionarse con sus hijos e hijas adolescentes. De esta manera, se facilita un aprendizaje mutuo y se adquiere una visión más compleja y profunda del propio sistema familiar.

Ayuda a relativizar, a minimizar, a darse cuenta de los elementos que favorecen el mantenimiento de los problemas y de aquellos que ayudan a resolver los conflictos que surgen en sus sistemas familiares de una manera más saludable, generando así menos sufrimiento y malestar.

Consiste en un trabajo de tomar consciencia, de darse cuenta, de frenar las conductas automáticas que nos impiden ver todo el potencial que tenemos nosotros y nosotras mismas a la hora de estar, de vivir y de educar a nuestros hijos e hijas adolescentes.

El hecho de vivenciar entre iguales las inquietudes, miedos y fortalezas que se tienen a la hora de educar a sus hijos e hijas adolescentes, es de por sí un elemento terapéutico.

Como en todo, a la hora de generar cambios, hacen falta varios ingredientes: implicación activa hacia un movimiento de cambio, responsabilidad y consciencia.