María Victoria García Martín. Educadora
Centro Menesiano ZamoraJoven.
Imagina que estás en tu casa y aparecen
dos personas acompañadas por la policía y te dicen que tienes que recoger tus
cosas porque te vas a vivir a otro lugar lejos de tu familia. ¿Sientes el
pánico o la rabia?
Imagina que vas a vivir a un sitio en el
que hay un montón de normas nuevas y en el que tienes que hacer tareas y
rutinas que nunca antes habías hecho. ¿Sientes la sensación de confusión?
Imagina que una vez allí te das cuenta de
que tienes que vivir con once personas más de edades parecidas a las tuyas, y
que con algunas de ellas no es muy fácil la convivencia. ¿Sientes la
inseguridad?
Imagina que cada día aparecen adultos que
cambian cada ocho horas que te van diciendo lo que tienes que hacer, cómo
hacerlo, que te preguntan por tu situación personal, emocional, familiar.
¿Sientes la sensación de invasión de tu intimidad?
Imagina que una persona que no conoces de
nada es quien decide a qué personas de tu familia ves, en qué horario y dónde.
Además es quién firma de manera legal todos los documentos que te autorizan a
realizar actividades lúdicas, formativas, incluso intervenciones sanitarias.
¿Sientes la impotencia?
Imagina que tienes que ir al médico y
que tienes que quedarte en el hospital, pero, como tu familia no está
autorizada a visitarte, te ves en la obligación de explicar a todo el personal
y a tu compañera de habitación que esas personas que están contigo no son de tu
familia. ¿Sientes la soledad y el desarraigo?
Imagina que pasan tres años, que a pesar
de todas las dificultades que has tenido para adaptarte a este nuevo sistema,
lo has logrado: has adquirido las rutinas y la normativa del lugar donde vives,
has aprendido a lidiar con las particularidades y rarezas de todas las
personas con las que convives (iguales y adultos), has superado que en clase te
miren como un bicho raro por vivir en ese sitio, o que lo hagan con pena o
culpándote de tu situación. Has conseguido vencer el miedo y has hablado con una
persona que te ha ayudado a ver de otro modo los sucesos de tu vida que han
hecho que te separasen de tu familia. Incluso podrías decir que te encuentras
en una buena etapa de tu vida. ¿Sientes la tranquilidad y satisfacción
personal?
Ahora imagina que te dicen que ya no
puedes estar más en ese sitio, que se ha acabado el tiempo para permanecer
allí. No puedes volver a tu casa porque ahora ya sabes que no es lo que te
conviene, pero tampoco tienes trabajo ni solvencia económica para ser
independiente. ¿Sientes el vértigo ante este abismo?
Imagina que todo esto ha sucedido por
haber sido tutelada por el sistema de protección de menores, sin ser culpable
de nada, a pesar de que en varias ocasiones te hayan tratado injustamente,
haciéndote dudar si tu rol es de víctima o de verdugo. En cambio, las personas
que te han hecho daño a lo largo de tu infancia siguen con sus vidas con total
normalidad. Sin embargo, tú has modificado todo tu mundo en uno de los periodos
evolutivos más críticos. ¿Sientes la sensación de tremenda injusticia?
Para terminar, imagina que tienes la
capacidad de hacer que el trato que reciben estos menores de tu persona, sea
cual sea tu campo de acción, sea empático, respetuoso y delicado. Imagina que
tienes el poder y el interés genuino de transformar un poco su realidad.
¿Sientes la motivación y la sensación de poder que reside en tu persona?
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