María Ruiz Chueca. Mentora de adolescentes en riesgo en Espacio Ariadna. FAIM.
Por todo ello, los
y las profesionales de la educación debemos plantearnos cómo trabajar para que
la equidad sea real y no se quede sólo en el papel. Para conseguirlo, es
esencial que seamos conscientes de los avances de los derechos de la mujer
alcanzados hasta la fecha, además de ponerlos en valor, ya que posibilitan,
entre otras cosas, que yo esté escribiendo esto hoy.
Si nos referimos a
los cambios sociales, es interesante saber, por ejemplo, que en 1872 se
matriculó la primera mujer en la Universidad, pero que hasta 1910 no se
permitió el acceso a la universidad de las mujeres sin un permiso especial de
las autoridades académicas.
Si hablamos desde
el punto de vista legislativo, desde la aprobación de la Ley General de
Educación en 1970, ésta es un derecho gratuito, con currículos iguales para
hombres y mujeres. Sin embargo, hoy en día, las leyes de educación no son ni
siquiera del todo inclusivas en este aspecto, como demuestran informes
nacionales y europeos (Véase por ejemplo, el análisis de la CEDAW sobre la
coeducación en la LOMCE).
Desde los Equipos y
Departamentos de Orientación tenemos mucho que decir al respecto y debemos
trabajar de manera conjunta y en la misma dirección que el equipo docente. Hoy
en día, en la mayoría de los centros educativos se interviene por programas, lo
que permite trabajar diferentes áreas que promuevan el desarrollo integral del
alumnado. Los y las docentes ya no son poseedores absolutos del conocimiento,
cuyo papel es instruir al alumnado, sino que se avanza hacia un modelo
educativo en el que guíen a los alumnos y las alumnas en su propio aprendizaje.
Pero, ¿pasa lo mismo con los valores como la igualdad de género? Desde las
leyes de educación, se trata de promover entre el alumnado el pensamiento
crítico y los valores sociales y cívicos necesarios para el avance social. Pero
hay algo que falla cuando las cifras de violencia de entre ellos mismos, con la
pareja y en el entorno familiar no descienden.
Deberíamos centrarnos en la coeducación como un modelo que nos haga avanzar en ese sentido, yendo más allá de reflexiones puntuales sobre la igualdad en días concretos, como el 8 de marzo o el 25 de noviembre. ¿Sabéis que la presencia de mujeres en los libros de texto es de un 12,8%? ¿Os habéis fijado en que las ilustraciones de los libros de texto siguen reproduciendo los roles tradicionales de género? ¿o incluso que el patio está distribuido de manera que el campo de fútbol, normalmente sitio habitual de juego para los niños, está situado en el centro de los recreos?
Me gustaría aprovechar este espacio para animar a los y las profesionales de la educación a formarse en la educación inclusiva, compartir nuevas maneras de intervenir y tratar de promover en los centros, no sólo programas de igualdad sino también, una nueva manera de educar, en la que los alumnos y las alumnas tengan las mismas oportunidades independientemente de su género.
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