Manuela Muro Ramos. Presidenta
de Aspace-Rioja.
La educación es un derecho de todas las personas subrayado
en cada una de nuestras leyes: es indiscutible. Y sin embargo, nos preguntamos
a veces si la legislación que afecta a la educación y las personas con
discapacidad, cuyo exponente fundamental es la actual Ley Orgánica de
Educación (2006), sea más un entramado de buenas intenciones, siempre un paso
por detrás de la realidad cambiante y siempre remiso a dar carta de naturaleza
a los nuevos conceptos acuñados en citas trascendentales para el futuro de la
educación de las personas con discapacidad.
Conceptos como el de la “integración” nacido en la
Declaración de Salamanca (1994), texto de referencia que defiende la necesidad
de actuar con miras a conseguir escuelas que incluyan a todos los alumnos:
escuelas integradoras que celebren las diferencias, respalden el aprendizaje y
respondan a las necesidades de cada uno de los alumnos, capaces de ofrecer a
todos una educación de calidad, en las que la diversidad ha de ser elemento enriquecedor
y no discriminatorio.
Trayectoria defendida también en la Convención de la ONU
sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (diciembre 2006) que tuvo
la virtud de generalizar la concepción de la discapacidad desde el enfoque de
los derechos humanos y desde la construcción de una sociedad que acepta y
valora la discapacidad como elemento enriquecedor de la convivencia al
enfatizar la autodeterminación, integración e igualdad de derechos de cada
individuo con discapacidad.
Después de tantos años, la visión actual de la discapacidad
subraya las posibilidades de la persona, no sus limitaciones y advierte de que
depende no tanto de su déficit orgánico como de su interrelación con el
entorno físico, social y cultural que le rodea. Por eso, aceptando que cada
uno es único y especial, con necesidades singulares, el sistema escolar debe
adaptarse a las necesidades de cada cual, a sus capacidades y a sus intereses
para poder desarrollar al máximo el potencial de todos.
Por eso hay que pasar de la integración a la inclusión, no
es el alumno el que tiene que adaptarse al centro, sino que es el centro el
que debe hacer todo lo necesario para conseguir que tenga el mismo derecho a
la educación que el resto de sus compañeros.
Garantizar la escolarización de las personas con
discapacidad es básico; imprescindible también la accesibilidad en todos los
sentidos, pero para lograr una efectiva incorporación a la comunidad
educativa, a la comunidad social, es imprescindible la participación de todos
promoviendo la formación de profesores y padres, y trabajando en un proyecto
común entre administraciones, instituciones o asociaciones. No es una tarea
individual y hay que hacer políticas específicas que reactiven esta inclusión y
que logren un mayor alcance. No basta la sensibilización, hace falta
coordinación, recursos y medidas, para lograr de estos estudiantes el
desarrollo máximo de sus posibilidades.
En este momento, la sensación es que todo está a medias en
este tránsito de la integración a la inclusión a pesar de los progresos
conseguidos. Y en este largo camino, en este reto, el mundo asociativo tiene
una responsabilidad importante.
Y yo que creía que estos temas estaban pendientes solo en mi país (Chile). Es difícil crear conciencias colectivas que hagan una integración real y de calidad para la educación en todo aspectos de nuestros niños.
ResponderEliminarSi hablamos de educación para la diversidad, estoy segura de que es un tema pendiente en muchos de los países de los llamados desarrollados. Debemos esforzarnos y seguir trabajando para que ningún niño se quede sin recibir la educación que necesita y merece.
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