lunes, 27 de junio de 2011

Un año tras un pupitre. ¿Quién soy yo? se pregunta un escolar

 Pedro Vallés Turmo. Profesor.
Felicidades por tu curiosidad, estás entrando en un artículo de los que llaman de educación. Es posible que sigas leyendo porque tú crees que  es un tema que importa a todos, que el impacto de la educación repercute en tu vida.
Quizá sepas ya que cuando se habla de sociedad se habla de ti y de los que te rodean ¿Eres padre o madre con hijos? O, quizás ¿ya los tuviste?  O, acaso ¿los ves solo  por la calle? 
Podemos seguir con  más situaciones donde siempre tendremos a un “ciudadano joven” y a otro “ciudadano adulto”.  Ellos, los ciudadanos jóvenes,  han terminado lo que llamamos un curso escolar. Sería tan interesante como recomendable que nos sentáramos junto a ellos y conversáramos sobre los avances cualitativos del año.
Y empecemos por lo que más nos importa: Mi hijo ¿se ha sentido bien? Y sigamos: ¿ha avanzado en su crecimiento personal? ¿los aprendizajes le han amueblado su cabeza? ¿se siente más seguro? ¿ha mantenido buenas relaciones de amistad? ¿cuántas dudas y nuevas preguntas han emergido en su mente? ¿qué siente como amenazas en su vida?
Y ¡ojala! podamos llegar a saber qué le hace sentirse bien,  satisfecho, realizado, qué le hace sentirse querido, acogido, qué le hace soñar y seguir avanzando.
Así nos aproximamos a la persona que durante diez meses ha estado entrando en un aula, se ha sentado en un pupitre y ha esperado a que le empezaran a llegar los mensajes. Mientras su mente, en muchas ocasiones, seguía en Internet, o  en lo que me han dicho mis compañeros en el patio o en lo que le voy a decir después a otro compañero. Dispersión mental: una de las constantes de año.
Y seguiremos con el tema del día – “ayer en la peli lo hacía de otro modo más guay”. El ritmo de la clase avanza lentamente –“mi mando  ejecuta cinco órdenes simultáneas en un segundo”. Delante de mí la mesa está llena de papeles – en mi casa ni los veo entre tanto dispositivo electrónico. Mira que no los puedo ni subrayar mientras en mi móvil las letras vuelan, los mensajes se reenvían y en el ordenador borro, sustituyo, corto, pego, amplío, …
La jornada llegará al final y en el alumno queda el tono de voz del profesor, el rostro amable o no, las emociones despertadas, las curiosidades satisfechas, las preguntas suscitadas, un nuevo punto de vista respecto a este tema tan candente…
Podemos seguir cruzando la mente del joven ciudadano con su  entorno escolar obsoleto. Y entrar luego en su red neuronal y pesar en la balanza de aprendizajes todos aquellos llegados por mil puertas distintas al del pupitre.
Y seguir las conexiones neuronales significativas y verificar qué ha quedado  registrado en su mente que hace palpitar su corazón.  – “¿Por qué mi amiga “milbapuleadaportodo”  encuentra antes una dosis de
droga que a un educador?”  


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