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viernes, 5 de diciembre de 2014

¿Por qué existe violencia contra las mujeres?

Ana Calvo Álvarez. Educadora social de Fundación Pioneros y psicóloga experta en violencia de género.

Resulta complicado entender de dónde surge la violencia contra las mujeres en un contexto en el que se censura la desigualdad gracias a las diferentes leyes (formales) que condenan las manifestaciones vio­lentas. Para entender con qué idea correlaciona la violencia de género, Ana de Miguel explica que “cuando hacemos algo es porque pensamos que es positivo o bueno. Si no lo conceptualizásemos como tal, no lo haríamos”. Cuando un hombre pega a una mujer es porque ha definido positivamente esa acción y se cree con derecho a realizarla. Definir fa­vorablemente una acción como “se lo merece” o “me duele a mi más que a ti” implica acabar creyendo-te con derecho a agredir a una mujer, en este caso.

Entendiendo el fenómeno…
El comportamiento de una persona racista comparte los mismos ele­mentos que un hombre que agrede a una mujer. Es decir, una agresión por motivos racistas implica una ideología que la sustenta. A pesar de que no se llegue a materializar, a pesar de que no se llegue al acto (agresión), existe una ideología que la sustenta. ¿En qué se basa el com­portamiento que justifica el colo­nialismo? En la ideología de la supe­rioridad y adherencia a una serie de privilegios. En el caso de la violencia contra las mujeres, en el machismo o patriarcado. Pero ¿cómo es posible que hombres pudiendo hacer uso de tales privilegios no los ejerzan? Según Esperanza Bosch, depende de “tomas de conciencia: ¿quiero ser ese tipo de hombre?”... El hombre que no se aprovecha de ellos y que se cuestiona la legitimidad de su uso re­presentaría el 3% de los hombres eu­ropeos que se pueden definir como igualitarios. Sin toma de conciencia no hay avance. Este es el gran reto. Si las leyes ya mencionadas fueran rea­les, no hablaríamos de más de 9 mi­llones de mujeres europeas víctimas de violación o de que una de cada 5 españolas de más de 15 años (22%) ha sufrido violencia física o sexual (datos reflejados en el informe que España encargó a la Agencia Europea de Derechos Fundamentales, FRA en el 2010 y que se han publicado re­cientemente). Estos datos muestran que cambios relativos a la igualdad entre los sexos son “más cosméticos que reales”. Esperanza Bosch señala además que “la vigencia de los mitos del amor romántico correlacionan con la tolerancia de la violencia en las relaciones de pareja, visión reforzada por el entorno y hecho que evidencia que la sociedad no percibe la grave­dad del tema”.

¿Dónde estamos hoy?
Si comparamos nuestra vida con la de nuestras abuelas el balance es positivo. Hoy se puede hablar de mujeres empoderadas, de mu­jeres en el espacio público, de co­rresponsabilidad, etc. Si miramos hacia atrás podemos estar conten­tas, pero no tendríamos que estar satisfechas. Deberíamos plantear­nos cómo estamos en relación a los hombres. Hoy resultaría motivo de censura que un profesor mantu­viera un discurso sexista en el aula, pero en el ámbito de la creación artística, la ficción, series de TV, canciones de rap, coplas, juguetes, cuentos infantiles, el mundo de las princesas y el rosa y el azul, etc. no se dejan censurar.

Los errores fundamentales en tor­no a la igualdad tienen que ver con IGUALARSE CON en vez de IGUA­LARSE ENTRE. La igualdad no pasa por hacer las mismas cosas hombres y mujeres o equiparar los riesgos de unos a otras, la igualdad tiene que ver con la igualdad de trato, de oportunidades, significados, poder y valor. Si no se da alguna de estas ca­racterísticas, hay discriminación.


No somos idénticos pero podemos ser iguales en derechos y opor­tunidades. Caminaremos hacia la igualdad si evitamos la socialización sexista y cuando entendamos que no hay cosas de chicos o de chicas, sino que son “patrimonio de la hu­manidad” (Elena Simón). Para esto es fundamental educar en la com­patibilidad de roles. Queda un largo camino por recorrer hasta alcanzar la igualdad efectiva entre mujeres y hombres. La sociedad española está todavía impregnada de estereoti­pos y roles de género que colocan a las mujeres en una posición de des­ventaja con respecto a los hombres y dificultan el disfrute completo de sus derechos. El proceso es difícil y largo porque los cambios culturales necesitan de décadas. Por eso es importante apoyar las medidas que hagan posible la presencia de las mujeres en los espacios públicos y la toma de decisiones.

viernes, 10 de enero de 2014

¿Se puede amar a quien te hace daño? ¿Te ama quien te hace daño?

Miguel Loza Aguirre. Pedagogo y asesor de Educación de Personas Adultas en el Berritzegune de Vitoria.
Durante muchos siglos se ha venido pensando que la atracción entre una mujer y un hombre era algo inexpli­cable, un impulso, algo irracional, y que nada se podía hacer en su con­tra ya que era regido exclusivamente por el corazón. Es por esto por lo que el dios del amor, Cupido, se repre­senta por un angelito con los ojos cerrados que, al azar, lanza flechas de amor que traspasan el corazón de los amantes, atrayéndoles irre­mediablemente, es decir, quiéranlo o no. Esto explica que algunas muje­res puedan comprender y hasta en­tender como algo natural el sentirse atraídas por un hombre que les pue­de hacer daño; creyendo que no es posible luchar contra esa atracción, que lo único que pueden hacer es rechazar a ese hombre o empezar una relación con el riesgo de acabar maltratada. Eso sí, en ambos casos seguirán pensando que les atrae y que le quieren. NADA MÁS FALSO.
No hace mucho tiempo se han empezado a investigar las razones por las que se produce la atracción entre una mujer y un hombre y se está llegando a la conclusión que la atracción es una cuestión que se aprende y que, por tanto, se puede desaprender. Es decir, son elemen­tos culturales los que van imponien­do modelos de hombres que resul­tan atractivos. Así por ejemplo, tiene mucha importancia lo que el grupo de amigas defina como atractivo, los mensajes publicitarios con sus modelos de masculinidad, y deter­minadas conductas de protagonis­tas masculinos de la televisión y del cine –pensemos en un momento en el “Duque”– . Y lo que es más impor­tante y esperanzador: si estos mode­los cambian, también varía el tipo de chico atractivo.
Otra de las cuestiones a tener en cuenta es la confusión existente en­tre amor/amistad y pasión. En oca­siones, el chico que no te hará daño, aquel en el que puedes confiar, el que está dispuesto a escucharte, a comprenderte, a ser solidario conti­go, es considerado como un amigo que no despierta la pasión. En cam­bio, otro con un puntito de agresi­vidad, de chulería, que suele ser un celoso enfermizo y con cierto aire de superioridad machista, suele ser el que “pone”, el que llega a despertar apasionamiento. Y parece que esto sucede porque la atracción es así, porque no la podemos controlar. NADA MÁS ALEJADO DE LA REALI­DAD.
Esta percepción de la pasión también es una creación cultural, algo que nos han enseñado y que hemos aprendido. Por eso es muy importante aprender a ser atraídas por aquellas personas que realmen­te nos quieren y despreciar a las que nos pueden hacer daño. Como dice mi buen amigo Jesús Gómez en su libro “El amor en la sociedad del ries­go”: “La insatisfacción de las relacio­nes basadas, bien en ligar (pasión sin amor), bien en la estabilidad (amor sin pasión), solo puede superarse uniendo en la misma persona ter­nura y excitación, amistad y pasión, estabilidad y locura”. Es por eso por lo que la pasión va unida al amor y a la amistad, no a la agresividad. La pasión es fruto de la igualdad y de la libertad, no de la desigualdad y de la opresión. La pasión sin ingredien­tes como: cariño, igualdad y libertad por parte de las dos personas de la pareja provoca un desequilibrio emocional que en vez de acercarte a la felicidad te llevará irremisiblemen­te al sufrimiento y a la tragedia.
“Malo, malo, malo. No se daña a quien se quiere”.