En los últimos años estamos observando un interés creciente
por lo que parece un nuevo fenómeno de violencia en el ámbito familiar:
Violencia Filio Parental (VFP). Un fenómeno complejo ante el que surgen muchas
preguntas y cuestionamientos. Las agresiones de los hijos e hijas a sus
progenitores se están convirtiendo en motivo de alarma social. Ocupan
numerosos titulares en los medios de comunicación, además de ser el foco de
atención de un mayor número de investigaciones y de programas de atención.
En España, según datos ofrecidos por la Fiscalía General del
Estado, se producen cerca de 5.000 denuncias cada año por violencia filio
parental. Una cifra que se ha mantenido constante desde que experimentó un
crecimiento significativo en 2006. Boris Cyrulnik (2005) señala una incidencia
variable: 1% en familias francesas, 4% en familias japonesas y el 6% en
estadounidenses.
Iniciativas como el Programa Re-Encuentro: Intervención en
Situaciones de Conflicto Familiar, que Fundación Pioneros lleva a cabo en
colaboración con el Gobierno de La Rioja, trabaja desde el 2012 el abordaje de
la violencia filio parental desde el marco judicial en medio abierto. Desde el
programa Re-Encuentro se han atendido a 36 familias en un contexto terapéutico
impuesto por el juez que no implica privación de libertad para el menor.
La causalidad lineal que establece el marco judicial
respecto a la responsabilidad de la conducta violenta dificulta la visión
circular del juego relacional que observamos en terapia, ya que los
progenitores tienden a desresponsabilizarse de la respuesta que dan a las
conductas violentas. El objetivo general del Programa Re-Encuentro consiste en
favorecer la colaboración de cada uno de los miembros de la familia para
generar cambios en su dinámica relacional para que sea innecesaria la conducta
violenta.
Algunas de las premisas con las que abordamos el fenómeno son: la
consideración de la familia como protagonista del cambio y fuente de solución,
la creencia de que la familia tiene los recursos necesarios para solucionar
esta problemática a pesar del hartazgo y otras dificultades. En la práctica
terapéutica nos encontramos con que el problema inunda la vida familiar. Una
de las estrategias que ponemos en marcha desde un primer momento, es promover
la eficacia de quien nos consulta a través del conocimiento de sus fortalezas.
Empezamos a “buscar pepitas de oro en el lodo de los problemas” (Beyebach,
2006). Por eso, desde la primera entrevista se plantea cambiar el foco de intervención
hacia aquellos elementos rescatables de la relación. Ellos son los
protagonistas del cambio y se considera a cada miembro de la familia como
fuente de solución, proporcionándoles una lectura relacional de la
problemática, identificando las conductas sintomáticas y proponiendo alternativas
a las mismas, mejorando la capacidad de comunicación y cooperación entre los
miembros del sistema, y trabajando sobre la restauración del vínculo, establecimiento
de normas claras y adecuadas para restaurar la jerarquía familiar.
La VFP es un reto en el que está implicada toda la sociedad.
Entendemos que requiere una respuesta global que pasaría por la implicación
de las administraciones públicas promocionando los recursos necesarios para
ofrecer soluciones a este fenómeno. Desde los medios de comunicación
ofreciendo un enfoque constructivo de la problemática evitando los
sensacionalismos. Favoreciendo la colaboración de la escuela con las familias
encontrando el equilibrio necesario entre protección y educación, así como
empoderando a los progenitores, y fomentando en los y las jóvenes procesos de
aprendizaje transformadores.
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