viernes, 7 de diciembre de 2012

Vivir la adolescencia como algo positivo



José Román Vázquez. Monitor del Grupo Calasanz de Logroño.

¿Qué le pasa por la cabeza a un ado­lescente? ¿Realmente resulta tan complicado que un adolescente se entienda con los adultos que le rodean? ¿Es posible pasar por esta etapa sin hacer sufrir a los padres?
Lejos de dar explicaciones teóri­cas, creo que, tras algo más de 15 años de reuniones semanales con pequeños grupos de adolescentes, de convivencias y campamentos de varios días, puedo compartir mi ex­periencia al respecto en estas pocas líneas.
El adolescente vive en una fase vital especialmente confusa de madura­ción personal, emocional y sexual, que conlleva evidentes cambios corporales; quiere que le traten como a un adulto, cuando aún no se ha desarrollado plenamente, y a su vez quiere seguir siendo un niño cuando las responsabilidades o las circunstancias le abruman. En su día a día conviven el egoísmo infantil y la necesidad de socializar con ami­gos, compañeros, pareja,…
El adolescente busca su identi­dad, quiere ser independiente y le molesta mucho que invadan su intimidad, que controlen su pe­queño mundo, que le pregunten continuamente qué hace, adónde va, con quién sale,… Es lógico que a los padres les resulte difícil dejar de verles como niños totalmente dependientes, pero es fundamen­tal para su desarrollo darles libertad para desenvolverse en el mundo de los adultos. Somos los adultos los que debemos vencer el miedo a que les pase algo, a que se equi­voquen; solo tenemos que recordar que hemos pasado por todo esto y que equivocarnos, aunque a veces nos hiciese daño, nos ayudó a ma­durar.
El adolescente busca también nue­vos grupos con los que identificar­se, ajenos al núcleo familiar que ha sido su referencia en sus años de infancia. Además del grupo de amigos hay que tener en cuenta los grupos derivados de activida­des que desarrollan y les motivan: deportivas, educativas, artísticas, de ocio y tiempo libre,… Un grupo puede servir para afianzar la perso­nalidad del adolescente, pero debe permitirle expresarse tal y como se siente, sin necesidad de fingir. No debe anularle, ni dirigir su com­portamiento; deben ser grupos en los que se le respete tal y como es. Muchas veces no es tarea fácil en­contrar un grupo y el adolescente, en esa búsqueda de su lugar en el mundo, puede llegar a sentirse ais­lado o ser influido negativamente.
La adolescencia es un tránsito hacia la vida adulta, un camino con cier­tos obstáculos, que no tiene por qué hacerse imposible para el joven ni para los que están a su alrededor. Los padres y otros adultos que les acompañamos en este camino te­nemos que ejercer de educadores, de guías, no de controladores o guardias. Por ejemplo, debemos escucharles cuando quieren expre­sarse y hablar de sus cosas, pero no forzarles a ello; aconsejarles cuan­do tienen un problema, pero no imponer las soluciones. Eso sí, hay que dejarles las cosas claras cuan­do quieren poner a prueba nues­tra firmeza saltándose los límites, hacerles ver que son plenamente responsables de sus actos y que sus decisiones pueden tener con­secuencias que no les gusten.
Generar un entorno con un clima de confianza, conseguir un equili­brio satisfactorio entre “es un niño” y “es un adulto”, colaborar en la bús­queda de grupos de influencia po­sitiva, son pasos que nos ayudarán a los padres y educadores a convivir con los adolescentes de una forma en la que todos los involucrados nos veremos recompensados y aprenderemos de la experiencia.

 

viernes, 2 de noviembre de 2012

Llegan buenos tiempos para la educación social, ¡viva la crisis!


José Ignacio Macías Heras. Educador de Fundación Pioneros.
Parece lógico pensar que la labor de los políticos debe de ser la de procurar que las Administraciones faciliten las mejores condiciones para que la sociedad se desarrolle de la manera más eficiente.
Los esfuerzos realizados en educa­ción retornan a la sociedad con los años, y nos beneficiamos todos los ciudadanos, toda la sociedad. Es una visión a largo plazo, pero que requiere actuar en el presente para sentar las bases. Es preciso que ciu­dadanos responsables, con altura de miras, entregados al bienestar común, filántropos, tomen estas decisiones tan necesarias para una sociedad.
Ahora asistimos a la nueva situa­ción generada por recortes, donde se está dificultando el acceso a la educación de los más desfavoreci­dos, como siempre. Las condicio­nes de los estudiantes van a ser más desfavorables, así como las de los profesionales de la enseñanza, con más horas lectivas y más alum­nos por aula. Esto va a implicar un descenso claro en la calidad de la enseñanza, matrículas, materiales y libros más caros, ratios mayores; difícil será encontrar argumentos que defiendan lo contrario. Si las condiciones empeoran solo que­daría creer en lo divino.
Lamentablemente las prioridades de los políticos que tienen en sus manos cambiar esto se miden en cuatrienios o múltiplos.
Por lo tanto es previsible augurar nuevos desajustes en el sistema educativo, desajustes que provo­carán inadaptación, y que a su vez trataremos de corregir recetando más educación social.
El objetivo último y utópico de los profesionales de la educación social debe de ser el de desapare­cer, que no sean necesarios “adita­mentos alternativos” para aquellos ciudadanos que no caben en el estrecho sistema educativo formal, reformulado cada cuatro años en función del color de la bandera po­lítica de turno.
El objetivo de la educación en ge­neral es que el sistema sea lo sufi­cientemente adaptativo para que todos quepan dentro, y esa diver­sidad nutra la sociedad.
Pero gracias a esta crisis y a siste­mas caducos, se querrá compensar los futuros desajustes con educa­ción social, economía social, justi­cia social, participación social. Los educadores sociales vamos a tener mucho trabajo en el futuro y segu­ramente peor remunerado, puesto que la realidad está expulsando del sistema a los ciudadanos a patadas.
¿Y si pedimos solamente EDUCA­CIÓN, ECONOMÍA, JUSTICIA Y PAR­TICIPACIÓN?
Eso sí, de calidad.
En este sentido llega la hora de que las organizaciones sociales adquieran un papel supervisor de la realidad para hacer oír su voz y prevenir desajustes mayores, que salvaguarden los derechos de los ciudadanos más sensibles a la nue­va y amenazante situación en la que vivimos. Estas organizaciones tienen que ser valientes y denun­ciar las posibles injusticias que se puedan generar.
Llega el momento en que todas las organizaciones de una comunidad pequeña como la nuestra vayan de la mano, porque es más lo que compartimos que lo que nos di­ferencia. Porque trabajamos con gente que tiene menos recursos de todo tipo, los primeros a los que golpea una crisis, porque confían en nosotros para engancharse al tren de una vida digna. Eso está por encima de otras consideracio­nes y si no lo logramos habremos perdido nuestra razón de ser.

viernes, 12 de octubre de 2012

V Semana europea de Sensibilización sobre el tDAH




Josefina Rodríguez Sastre. Presidenta de Arpanih.

La Asociación Riojana de Padres de Niños Hiperactivos, Arpanih, celebra este año la V Semana de Sensibilización sobre el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (tDAH) del 29 de septiembre al 7 de octubre. El objetivo es concienciar sobre la existencia del tDAH a las administraciones, los profesionales de la salud y de la educación y a la sociedad riojana en general.
Arpanih es una entidad sin ánimo de lucro que lleva más de una década trabajando en nuestra comunidad. La asociación fue constituida en 1999 con la intención de ayudar y apoyar a los afectados y a sus familias, defender sus derechos y reivindicar sus necesidades educativas, sanitarias y sociales. La asociación riojana es miembro fundador de la Federación Española de Asociaciones de Ayuda al Déficit de Atención e Hiperactividad (FEAADAH), integrada por más de 60 asociaciones, con presencia en todas las Comunidades Autónomas.  FEAADAH es a su vez, miembro fundador de ADHD Europe, organización que aglutina a las asociaciones de 21 Estados miembros de la Unión Europea y que auspicia el evento en toda Europa.
Si tenemos en cuenta que un 95% de la población española desconoce este trastorno (Estudio Proyecto PANDAH; 2010) queda patente lo mucho que queda por hacer. En Arpanih, la información que recogemos corrobora la persistencia del desconocimiento y la desinformación, incluso entre los profesionales.
La Guía de Práctica Clínica sobre el tDAH, editada por el Ministerio de Sanidad, reconoce que la prevalencia del trastorno se sitúa entre un 5-7% de población en edad escolar (1 o 2 alumnos por aula). En La Rioja, gracias a un convenio de colaboración firmado con la Consejería de Educación, disponemos de un programa de apoyo a los alumnos con tDAH en los centros educativos, que lleva funcionando desde 2008 y a disposición de los colegios que lo necesiten. Tenemos constancia de que se trata de una herramienta útil y esperamos que, dada la gran necesidad que detectamos, muchos más centros tomen conciencia y se sumen al programa para poder capacitar y apoyar a todos los profesionales de la educación en su labor docente con los alumnos que sufren este trastorno.
El tDAH tiene base neurobiológica que se inicia en la infancia. Tiene un fuerte componente genético y alta heredabilidad. Su carácter es crónico y persiste hasta la edad adulta en un 50% de los casos. Es un trastorno altamente dependiente del entorno y muy sensible a la acción educativa. Tiene un gran impacto personal, familiar y social y puede provocar importantes repercusiones en todos los ámbitos de la vida del afectado.
Los especialistas aseguran que el diagnóstico precoz y la intervención temprana y ajustada, permiten garantizar el mejor pronóstico. Su evolución depende, en gran medida, de un tratamiento adecuado y de una correcta actuación educativa del entorno para evitar que se cronifiquen los problemas emocionales, conductuales y académicos.
En 2010 la moción aprobada por la Comisión de Sanidad, Consumo y Política Social del Senado ya instaba al Gobierno “a realizar actuaciones tendentes al reconocimiento efectivo de los derechos de las personas afectadas y a la mejora de su situación y expectativas”. Varias comunidades autónomas disponen ya de protocolos de actuación coordinados entre las administraciones implicadas, lo que facilita el acceso al diagnóstico y al tratamiento.
Estamos convencidos de que la concienciación social sobre el tDAH permitirá reconocer las necesidades del afectado y abordar de forma global y efectiva esta patología, evitando injustas desigualdades territoriales en función de la comunidad autónoma en la que se viva.


viernes, 14 de septiembre de 2012

Las lecciones del arte


 
Oneida Pascual Mosquera. Artista y profesora del taller Por Amor al Arte.

En estos días que todos andamos recortando de donde no hay, qui­siera recordar que la educación es una inversión, y que todos los pro­fesores, mas allá de la materia que impartamos, lo que hacemos es for­mar personas, personas que el día de mañana construirán el mundo.
En mi actividad como profesora de dibujo y pintura, consulto a mis alumnos sobre lo que les interesa representar, les enseño a encua­drarlo, a analizarlo, les pido que me digan qué ángulos tiene, les ayudo a encontrar una medida de referencia, a buscar la relación en­tre las partes, les animo a que des­cubran la estructura que subyace tras la apariencia, les explico cómo pueden representarlo, a tener en cuenta la luz, a conseguir los tonos adecuados...en fin, todos los pasos necesarios para representar lo que quieran. Como resultado de todos estos procesos obtienen un cua­dro, un dibujo, lo que sea, pero lo importante es el proceso, la gim­nasia mental que han tenido que realizar, el análisis, la comparación y la solución que han ofrecido, es decir, lo importante es el entrena­miento de habilidades que ten­drán que utilizar toda su vida.
A través del arte pretendo mos­trarles que las cosas pueden ser de una manera pero también de otra (series), que todos los colo­res tienen matices, que casi nada es blanco o negro, que Matisse no es peor que Picasso, solo dis­tinto, que en el mundo cabemos todos: constructivistas, dadaístas, hiperrealistas..., que precio y valor son cosas diferentes (Van Gogh), que en la vida habrá ocasiones que tendrán que contar con otras personas para llevar adelante sus proyectos (Tunick) y que otras veces sus proyectos les llevarán lejos de los suyos (Gauguin), que habrá ocasiones en las que lo que hagan, no gustará a todo el mun­do (arte degenerado) y otras, en las que su actividad les llevará a reunirse con gente muy parecida a ellos (Bauhaus).
Que para que algo se haga rea­lidad, primero hay que soñarlo, que a veces el azar ayuda, que con poca cosa se puede hacer mucho (arte povera), que se puede tener varios puntos de vista a la vez y que todos pueden ser válidos (arte cubista), que a veces, lo que parece no es lo que es (Magritte), que en ocasiones, las cosas pare­cen que se mueven, pero están quietas (op art).
Que se puede intervenir en la na­turaleza siendo respetuoso (Land art), que se puede ser uno y mu­chos a la vez (Cindy Sherman), que para cambiar la historia hay que arriesgar (Duchamp), que las dificultades no son una excusa (Frida Kahlo), que lo que llevas dentro, viaja contigo (Chagall).
Que apliquen a su vida las lec­ciones del arte, que se hagan preguntas, que no den nada por sentado, que analicen la realidad, que sean originales, que saquen sus propias conclusiones. Entien­do que el objetivo último de la educación es formar personas con mentes analíticas, críticas y creativas. La educación artística, por sus características específi­cas, entrena de manera especial sus estructuras mentales para que sean plásticas, ágiles, fértiles y contribuye a formar personas que sepan quiénes son, cómo es el mundo y cómo transformar­lo, personas con criterio propio y con capacidad para hacer un mundo mejor.

viernes, 7 de septiembre de 2012

Educación para el desarrollo, una oportunidad de futuro


María Benítez Pérez-Fajardo. Miembro del Grupo Educación para el Desarrollo, de la Coordinadora ONGD La Rioja.

Educar: Tomado del latín ēdŭcāre (emparentado con dūcěre que quie­re decir conducir, sacar afuera, criar). 
Partiendo de su más elemental defi­nición etimológica, la educación es algo tan simple como “sacar afuera” lo que hay dentro, lo que la persona lleva dentro de sí. Y desde este punto de partida asoma la primera contra­dicción con nuestro actual modelo educativo. ¿En qué consiste educar hoy en día? Si nos referimos a la edu­cación formal (la que se proporciona en escuelas, institutos, universidades: Centros educativos) consiste casi únicamente en “meter dentro” datos, ¿conocimiento? El planteamiento fundamental, disfrazado de “apren­der”, no contempla en absoluto el desarrollo (proceso de evolución, crecimiento y cambio de un objeto, persona o situación específica) de la persona, ni de los países. Entendien­do siempre el desarrollo en términos de mejora de las capacidades y cali­dades de vida de las personas, no en su aspecto económico, sino humano.
Frente a esta realidad, la “Educación para el Desarrollo debe entenderse como un proceso para generar con­ciencias críticas, hacer a cada perso­na responsable y activa, con el fin de construir una sociedad civil, tanto en el Norte como en el Sur, comprome­tida con la solidaridad, entendida esta como corresponsabilidad, y par­ticipativa, cuyas demandas, necesi­dades, preocupaciones y análisis se tengan en cuenta a la hora de tomar decisiones políticas, económicas y sociales”. Coordinadora de ONGD-España.
Porque defendemos que solo des­de la educación en valores, género, medio ambiente, derechos huma­nos, etc., promocionando las capa­cidades de los pueblos para decidir quiénes y cómo quieren ser y realizar su propia evolución, es decir, su de­sarrollo, se puede producir un verda­dero cambio social, político y huma­no. Ninguna alteración se producirá en el mundo si no se produce antes en las personas que lo habitan. El ser humano está preparado y diseñado para respetar y ser compasivo con sus semejantes, pero no son estos los valores que fomenta nuestro en­torno, es más ni siquiera nos invita a ver como semejantes a quienes nos acompañan en este viaje, por extran­jería, opción sexual, género, color de piel, etc.
Por persona con educación se en­tiende aquella que muestra respetar unas normas de comportamiento social o aquella que ha adquirido unos conocimientos intelectuales. No comprende en ningún caso su comportamiento humano, social, sus principios y valores. Que son los únicos que realmente definen a las sociedades. Cuando no se contem­pla a quien tenemos al lado como semejante, entonces de nada sirve definirnos como tolerantes, como solidarios, respetuosos y no racistas, pues en nuestro imaginario social y privado, no lo son; son diferentes, son los/as “otros/as”. Y esto de una manera u otra se verá reflejado en nuestras actitudes cotidianas, en nuestra forma de ir por el mundo, inevitablemente. No saldrá de ti nada que no esté dentro.
¿Entonces para qué sirve la forma­ción en adquirir títulos educativos, contribuir al desarrollo tecnológico, científico e intelectual del planeta? ¿De qué sirve, si estamos olvidan­do al habitante fundamental de ese mismo planeta: el ser humano? Para tener una mejor calidad de vida, en cuanto a salud, higiene, esperanza de vida, comodidades tecnológicas: ¿Quiénes? El 20 % de la población mundial, solo el 20%. Para ir a la Luna: ¿Para qué? ¿Para distraernos mirando al cielo de la realidad que nos rodea e inunda, aquí, en el suelo?
Creemos que la responsabilidad personal y colectiva de una socie­dad no se demuestra en su progreso económico, en su nivel tecnológico o científico sino en su compromiso con la humanidad, en su búsqueda del bien común, en su sentido de la justicia social. El desarrollo del ser humano pasa por el fomento de una conciencia crítica, ética, compasi­va e igualitaria. El crecimiento de la persona y de la humanidad necesita más de nuestro comportamiento que de nuestros conocimientos aca­démicos, recordando una vez más a qué pocos han servido esos avances (tecnológicos, científicos etc.) a lo lar­go de la Historia.

viernes, 31 de agosto de 2012

¿Cómo construimos una comunidad de aprendizaje?


 Kilian Cruz-Dunne. Vocal de la Junta Directiva de Fapa-Rioja.  

Las Comunidades de Aprendizaje (CA) se basan en la participación. Todos los sectores de la comunidad intervienen en el proceso educativo. Se hace necesario conocer cuáles son las inquietudes, las demandas y los sueños que cada uno deposita en la Escuela. Es la fase del sueño. En ella todos y todas pensamos qué tipo de escuela es la que deseamos y de esta forma nos expresamos en un proceso conjunto. Soñamos los profesores y profesoras, los familia­res, el alumnado, el voluntariado y cualquier persona que desee impli­carse en la enseñanza de nuestros alumnos y alumnas. Antes de iniciar la comunidad entre todos, soñamos en primer lugar qué es lo que que­remos. Detectamos así las deman­das de cada sector y recabamos las ilusiones de cada uno de los inte­grantes de una comunidad educati­va. Una vez recopilados los sueños, podemos empezar a construir la escuela que queremos.
No es fácil la implantación. Hay que superar prejuicios sociales hereda­dos de tiempos pretéritos. La labor del docente parece perder peso en la sociedad de la información actual. Transmitir los valores de la igualdad, del respeto y del trabajo continuo no tienen buena prensa entre nuestro alumnado. Además, dentro de nuestro colectivo exis­ten, como en todos, personas con escasa paciencia y nula vocación.
Pero hay que trabajar en la misma dirección, apoyándonos y colabo­rando en las tareas educativas. Ese es el futuro de la educación.
Se define una CA como “un proyec­to de transformación social y cultu­ral de un centro educativo y de su entorno para conseguir una socie­dad de la información para todas las personas, basada en el aprendizaje dialógico, mediante una educación participativa que se concreta en to­dos sus espacios, incluidos el aula”. A pesar de la aparente complejidad, un centro con CA no es más que un lugar en el que la enseñanza es una tarea compartida por aque­llas personas del entorno que, de una manera u otra, puedan echar una mano en el proceso educativo del alumnado. Se trata de abrir las puertas y mirar al exterior. Convo­car a los familiares, a los agentes sociales del entorno, concejalías, entidades privadas y todas aquellas entidades dispuestas a colaborar en el empeño de la enseñanza. Ni más ni menos. Un centro en comunida­des es, por tanto, un centro abierto, dialogante y participativo en el que se procura democratizar todas las decisiones que puedan afectar a la vida académica, de convivencia y de organización.
El proceso de transformación no es sencillo. Pasa en primera instancia por que el claustro, al menos en un 70% , asuma la transformación y esté dispuesto a llevarla hasta sus últimas consecuencias. La primera fase debe residir en la formación. Antes de iniciar el proceso es nece­sario que el claustro al completo se forme en la filosofía de CA. En Espa­ña contamos con CREA y el trabajo de Ramón Flecha y de la Universi­dad de Barcelona, que están llevan­do a cabo lo que se denomina la ‘fase de sensibilización’.
A continuación se pasa por la fase de ‘toma de decisión’. A partir de aquí iniciamos la llamada fase del sueño, una de las experiencias más gratificantes. En ella todos y todas pensamos qué tipo de escuela es la que deseamos y de esta forma nos expresamos en un proceso conjunto. Soñamos los profesores y profesoras, los familiares, el alum­nado, el voluntariado y cualquier persona que desee implicarse en la enseñanza de nuestros alumnos y alumnas. Antes de iniciar la comu­nidad entre todos, soñamos en pri­mer lugar qué es lo que queremos...

viernes, 24 de agosto de 2012

Yoga y discapacidad


Elisabet Ubera Lizarriturri. Profesora de yoga.

“El yoga es uno y debe ser adaptado a las posibilidades de cada persona”.
Este es el principio sobre el que me baso para trabajar im­partiendo clases de yoga. Hay quien piensa que solamente lo pueden practicar algunas per­sonas, con unas características determinadas. Pero cuanto más conocimiento se tiene de esta ciencia milenaria, más cuenta te das de lo actual y de lo aplicable que es en nuestra sociedad.
Después de muchos años im­partiendo clases de yoga a per­sonas de todas las edades me acerqué al colectivo de disca­pacidad intelectual. Y ha tenido una gran acogida y aceptación por parte de los usuarios. El éxito de estos talleres pienso que está en que es una práctica donde se les respeta su ritmo y sus decisiones de participar o no. Se les valora por lo que son y no por lo que hacen y se sienten bien cuando lo practican.
La discapacidad es un fenóme­no complejo que refleja una interacción entre las caracte­rísticas del organismo humano y las características de la socie­dad en la que vive.
Cuando hablamos de discapa­cidad, estamos hablando de disminución de las facultades físicas o psíquicas de la perso­na para relacionarse adecuada­mente con el entorno, y a veces olvidamos fijarnos más en sus capacidades.
Mi experiencia con estas perso­nas me ha enseñado que, al fi­nal, dificultades cuando se trata de estar con nosotros mismos surgen de igual manera con discapacidad que sin ella. En­frentarnos a nuestras limitacio­nes físicas, a nuestras emocio­nes y a nuestros pensamientos siempre resulta difícil y superar estos obstáculos con los que nos encontramos supone un ar­duo trabajo. Requiere de tesón, constancia y confianza en lo que haces. Las personas que vienen a este grupo de trabajo las tie­nen y por eso siguen un año tras otro.
El profesor de yoga, más que nunca, se convierte en un ob­servador-acompañante que, con respeto a las limitaciones de todo tipo, intenta escuchar y hacer que el camino sea lo más entendible posible, teniendo en cuenta que el objetivo último sea el crecimiento y desarrollo personal.
El termino “yoga” etimológi­camente significa “unión”. Esta unión implica, por una parte, unión interna, donde cuerpo, mente y emociones estén in­tegrados y, por otra, unión con todo nuestro entorno (familia, amistades…). Su práctica nos ayuda a integrarnos mejor en la sociedad y a tener una presen­cia activa en ella. Desarrollamos la capacidad de conciencia de nosotros mismos y también de la existencia y comprensión del otro.
Mi experiencia con el ámbito de la discapacidad me lleva a la si­guiente conclusión:

“En toda persona capacitada existe una parte discapacita­da que cuesta reconocer, y en toda persona discapacitada podemos encontrar un punto de totalidad y perfección digna de ser respetada”.