jueves, 14 de enero de 2021

Cómo se informan los adolescentes en la era digital

Roxana Morduchowicz. Doctora en Comunicación de la Universidad de Paris. Asesora senior en Unesco en Ciudadanía Digital. Autora del libro “Ruidos en la web. Cómo se informan los adolescentes en la era digital”

“El Holocausto nunca sucedió. Al menos eso es lo que parece en el universo de Google.”

Así comenzaba su artículo, la periodista Carole Cadwalladr del diario británico The Guardian. Ella escribió en el buscador “¿Sucedió el Holocausto?”. Google la remitió rápidamente a una lista de páginas on line. El primer link que apareció–explicaba ella- fue el sitio de “Stormfront” – un movimiento neonazi integrado por “blancos nacionalistas”- que exhibía un artículo titulado “Las 10 razones por las que el Holocausto nunca sucedió”.

Esta historia preocupa a la educación. Las investigaciones en todo el mundo dicen que, cuando buscan información en Internet, los estudiantes secundarios utilizan el primer link que encuentran. Imaginemos que alumnos –no importa en qué país- hubieran recibido como consigna, escribir sobre el Holocausto. Seguramente hubieran recurrido al buscador. Pero, en lugar de analizar diferentes sitios y compararlos, los estudiantes se hubieran quedado con el primer link –de la organización neonazi- “copiado y pegado” sus resultados y respondido la pregunta con este contenido.  

Utilizar la primera página que ofrece el buscador –creyendo que es la más autorizada, cuando posiblemente haya pagado para figurar primera- limita la comprensión de los hechos sociales.  

Cuando buscan información en Internet, los estudiantes –coinciden las investigaciones- recurren a una sola página web, no analizan al autor de la información y la comparten en las redes sociales solo porque la recibieron de alguien conocido.  La confiabilidad se basa en el amigo que envió la noticia y no en el autor que la generó. Si la recibieron alguien en quien confían–afirman los adolescentes- la información es creíble. 

Este es precisamente, uno de los mayores riesgos para la difusión de noticias falsas en las redes sociales. Al confiar en sus contactos, los adolescentes no se preocupan por identificar la fuente y viralizan la información sin chequear su procedencia.   

La limitación de los estudiantes para pensar críticamente la información no es nueva. Pero en el siglo XXI, la situación se agrava. El caudal informativo aumentó, y la información aparece fragmentada, desordenada y descontextualizada. La sobreabundancia de información hace más difícil distinguir la veracidad de los contenidos.    

El desafío hoy es aprender a identificar la relevancia y la confiabilidad de la información que circula en la web. Solo ello permitirá que los estudiantes puedan utilizarla  reflexivamente. Es fundamental que se interroguen por qué un determinado sitio web encabeza la lista de links en el buscador, y que aprendan a no limitar su búsqueda a una sola página. Así, podrán comprender que los buscadores seleccionan y jerarquizan la información en función de intereses e intencionalidades.

El siglo XXI necesita de una “alfabetización informacional  que enseñe a los alumnos a identificar al autor del contenido, analizar su trayectoria, juzgar la credibilidad de las fuentes, evaluar argumentos y contradicciones… En síntesis los estudiantes deben comprender que la información por la información misma no alcanza. El desafío es saber buscarla, seleccionarla, procesarla, analizarla, evaluarla, tomar decisiones, crear nuevos contenidos y comunicarlos. 

Estas competencias no son menores. Se vinculan a la vida democrática de una sociedad. Un ciudadano democrático no es solo quien cuenta con un caudal de información, sino quien sabe leerla –en el sentido más amplio de lectura- evaluarla, construir su propia opinión y participar. 

El acceso a una información libre es el punto de partida. Pero, si este acceso no va unido a reflexión,  actitud crítica y participación, las decisiones que se tomen no serán fundamentadas. Y la democracia nunca será plena.