viernes, 7 de febrero de 2020

Lo que los índices educativos esconden (y muestran)


Roberto García Montero. Maestro y Doctor en Educación. Coordinador del área de Formación de Peñascal Kooperatiba.

Nuestro sistema educativo tiene un mal estructural. Queda demostrado en las cifras de jóvenes que curso tras curso son “centrifugados” por el sistema ordinario sin alcanzar los objetivos de la enseñanza obligatoria. El sistema está concebido para atender al conjunto de la población joven. Sin embargo, sus resultados no son eficientes, ya que su finalidad es proveer al conjunto de la ciudadanía de una formación de carácter básico que garantice un funcionamiento social integrado y normalizado. Un sistema que atiende a TODA la población y tiene unas cifras de fracaso académico como las que existen en nuestro país, no está respondiendo de modo eficiente a las situaciones que presentan todos y cada uno de los jóvenes a que debe atender. Desde que el sistema es general y obligatorio, y tras pasar por sucesivas reformas establecidas (LOGSE, LOCE, LOE, LOMCE y las que apuntan por venir) no se ha alcanzado la adaptación necesaria como para transformarse en un sistema inclusivo que responda a las diversas situaciones, ritmos y circunstancias de todos y cada uno de los jóvenes que entran en él.
Lo llamativo del caso es que nunca hemos sabido con precisión de cuántos jóvenes estamos hablando cuando nos referimos a este fenómeno. En las últimas décadas se han utilizado distintos índices para cuantificar el fenómeno, pero ninguno responde directamente a la pregunta que casi todos nos hacemos ¿cuántos jóvenes salen cada curso del sistema educativo ordinario obligatorio sin haber alcanzado los objetivos propuestos en él?
La tasa de fracaso escolar es el indicador más antiguo. Mostraba a la población que no alcanza el título de enseñanza básica. Su problema es que ofrecía un porcentaje sobre el total de alumnado matriculado en el último curso y se “olvidaba” de todo el alumnado que no conseguía alcanzar ese último curso y se quedaba por el camino. Este índice ha dejado de publicarse en los últimos años, siendo sustituido por otros.
La tasa bruta de graduación en ESO se utiliza desde hace algunos años por parte de la Administración Pública. Muestra “la relación entre el alumnado que termina con éxito esta etapa educativa, independientemente de su edad, y el total de la población de 15 años (último curso de escolarización obligatoria)”. Es un índice que ofrece un cálculo aproximado del éxito académico sobre lo que debiera ser, si el itinerario escolar obligatorio finalizase en plazo. Sus déficits son que no refleja datos reales de referencia, ya que todo aquel alumnado que supera esa edad no está incluido en la tasa y, además, entre los que obtienen la titulación hay alumnado que supera dicha edad. La última cifra oficial es 75,6% en España, siendo en La Rioja 69,2%. Con estas cifras de referencia puede afirmarse que el último año 99.401 jóvenes no obtuvieron la titulación de ESO, sabiendo que esta cifra es una estimación del fenómeno.

La tasa de Abandono educativo temprano muestra el porcentaje de personas de 18 a 24 años que tienen un nivel máximo de estudios de secundaria primera etapa y no siguen ningún tipo de educación o formación. Este es un índice de referencia en la Unión Europea por lo que se utiliza una nivelación internacional (CINE) para poder comparar datos entre los países de la UE. Las Administraciones públicas en España (Ministerio y Consejería Autonómicas) contribuyen al equívoco sobre cuál es ese nivel al generar cierta confusión sobre el umbral frontera utilizado para determinar la tasa, dándose referentes distintos según el texto donde se recoja el índice. Según los estándares internacionales en que se sitúan los distintos niveles del sistema español actualmente, el alumno o alumna que obtiene una titulación académica superior al Graduado en ESO (FP Básica, FP Grado Medio, FP Grado Superior o Bachillerato) no se contabilizaría en esta tasa. Este índice es un dato que toma a una población que abarca un rango que abarca 7 años de edad y que no permite mostrar cada año cuánto alumnado abandona el sistema ordinario cada curso sin éxito. El último dato público la sitúa en 17,9% en el promedio estatal. Está aún muy lejos del reto planteado por la Comisión Europea para el 2020 (10%). En La Rioja la tasa es del 17,1%.
Hoy en día se entiende que contamos con las herramientas necesarias para tener un dato exacto sobre este fenómeno y, a pesar de ello, los datos públicos no permiten conocer el alcance de esta realidad. Quizá nunca ha interesado realmente cuantificarlo, por las connotaciones que tendría su magnitud y lo que supondría un abordaje serio de esta problemática, pero convendría que las cifras que se manejan fueran más fiables y precisas.