viernes, 7 de febrero de 2014

Los sueños como parte de la propia vida

Natalia García López. Coordinadora del Proceso de Planes de Vida de ARPS.

Quiero comenzar haciendo una pe­queña confesión; de esas que se sien­ten y expresan en primera persona.
Hasta hace unos años, cada vez que me preguntaban por el propósito de mi vida, no sabía qué contestar. Era incapaz de reconocer cuánto de lo que era y hacía se debía a decisiones personales, cuánto era resultado de aprovechar oportunidades y cuánto era producto de las orientaciones de los otros. Nunca me había parado a reflexionar por qué hacía lo hacía y a qué estaba contribuyendo con ello. ¿Lo han pensado ustedes?
En mi experiencia, la necesidad de vi­vir conforme a un propósito, surge en el mismo momento en que uno cree merecer una vida propia. Estoy con­vencida de que ese es el reclamo para que aparezcan los sueños, para que cobren fuerza. Y de que solo cuando creemos en ese derecho a “sentir la vida” plenamente, podemos defen­der la libertad de otros para decidir.
Si a mí nadie me niega esa oportu­nidad, ¿quién soy yo para negársela a otras personas? Como profesional que apoyo en mi trabajo a personas con discapacidad intelectual, no puedo dudar a la hora de “acompa­ñarles”, sin ningún tipo de reservas, en su camino hacia una vida digna y elegida de manera responsable. Creo que es deber de todos, y lo creo por­que no hay ninguna razón que justifi­que lo contrario.
Me resulta simpática la aproximación entre soñar y dormir y me parece irónico que tras la expresión “soñar despierto” se esconda una sutil ma­nera de “castigar” la imaginación des­bordada. ¿No es fundamental que en el proceso de averiguar cuáles son nuestros sueños y deseos seamos absolutamente creativos? ¿no es el proceso de concretarlos en metas, el mayor de los ejercicios conscientes?
Me entristece, desde lo que siento en este momento, que en el colegio casi ninguno de mis profesores pusiera en valor la importancia de “creer en uno mismo” para ser dueño de su pro­pio camino –incluso cuando lo que te toca vivir te lo pone difícil–. Igual no era lo que tocaba entonces, pero ahora ¿cuánto de nuestro trabajo va dirigido a dotar de competencias a las personas para que sean capaces de dirigir su vida según su proyecto vital? ¿Cuánto de nuestro poder pro­fesional estamos dispuestos a ceder para trabajar en base a metodologías de empoderamiento colectivo?
Más allá de explorar la idea –bellísi­ma, por cierto–, de convertirnos en gestores de nuestra propia vida, ¿va­loramos realmente el poder de los sueños personales?
Sé que cada vez somos más los que defendemos que otra forma de rela­ción con las personas a las que apo­yamos es posible; los que pensamos nuestra vida y la de los demás desde resultados de felicidad; los que apos­tamos por cambiar las dinámicas de poder, y disfrutar de ello; y los que creemos que, aunque parezca una paradoja, son precisamente los sue­ños, los que dotan de realismo a cada vida, al orientar nuestras metas y acciones para generar resultados de bienestar y satisfacción vital.
Apostemos por indagar qué es lo que motiva cada sueño, incluso el que parece inalcanzable porque, tal vez, lo único que hace que un sueño “imposible” no se concrete en una meta alcanzable, es juzgarlo antes de tiempo sin haberle permitido ex­presarse. Y, por encima de todo, con­fiemos en que vivir con un sentido identificado es lo que nos permite disfrutar el trayecto, amoldarnos a las circunstancias, y exprimir al máximo el presente.

Decía Calderón de la Barca: “la vida es sueño y los sueños, sueños son”. Y yo les pregunto, ¿es que acaso estos no son la propia vida?