viernes, 4 de agosto de 2017

Leer y escribir en la prisión


Miguel Loza Aguirre. Pedagogo y asesor de Educación de Personas Adultas en el Berritzegune de Vitoria. Tertulia Literaria del C.P. de Araba.

Cada vez es más conocida la Tertulia Literaria Dialógica de la Prisión. Llevamos más de 15 años haciéndola en el Centro Penitenciario Araba de Nanclares de la Oca. En los Encuentros de Tertulia de Euskadi nos juntamos para celebrar la gran fiesta de la lectura y compartir palabras. Algunos miembros de la Tertulia de la Prisión también participan, aunque su presencia no es física porque no pueden salir, y nos escribieron unas palabras para que las leyéramos en su nombre en el Encuentro:

 “Amo leer. Amo ese tiempo que precede a la apertura del libro, el instante antes de sumergirme en la primera frase, la emoción en cada poro y en el centro de mi ser, niña nuevamente antes de abrir, expectante, un nuevo regalo, y es que ante cada libro nuevo siempre ocurre como ante aquel primero.
Leer es una inmensa emoción que roza la dependencia. Dependencia que, contrariamente a la que crea sumisión y olvido de uno mismo, te hace crecer y creer, pensar y soñar, te enfrenta a cien espejos y te abre mil caminos, te invita a compartir y a buscar, a mirar y no solo ver,… aprendes, viajas, lloras y ríes… Te enervas y agitas, te estremeces de placer ante la perfección de un oxímoron o la humildad de una metáfora, te eleva hasta más allá del cielo o te hunde en la más profunda de las cavernas del alma humana.

Y qué suerte poder compartir todo esto en las tertulias literarias, esos encuentros informales entre gentes de letras y amantes de ellas en los que se habla, discute y debate sobre arte, literatura, política, y todo lo que se tercie…

¡Cuántas tertulias fueron base o pretexto de conspiración, fragua de ideas, estímulo de proyectos de donde surgieron nuevos movimientos literarios! Al aire libre, en palacios, en celdas de conventos y en burdeles de lujo, en librerías, en casas de artistas o literatos, en cafés… Ya hace mucho que son práctica del pueblo llano, incluso se han instaurado en las cárceles, y el resultado es siempre extraordinario.

Quienes no sólo tenemos, sino que sentimos el placer de participar en tertulias literarias, lo vivimos como si seguimos estando en este nuestro mundo pero ya no estamos. Se crea una atmósfera que sólo respiramos nosotros, un aire que sólo nosotros compartimos, y con las palabras de cada autora o autor, emprendemos un viaje juntos. Aparecen entonces los paisajes, los personales, todo cobra vida y se mueve, habla, siente, a través de nosotros. Quien escribió ese libro que abrimos todos casi al unísono, nos entrega su contenido pero no se marcha, permanece allí, envolviéndonos y paseándose entre nosotros. Va del uno a la otra, de la frase elegida por alguien, al párrafo en el que coincidimos todos; salta de nuevo hacia delante o vuelve unas páginas atrás porque alguno recupera una emoción que no vimos y que provoca una comunión de sensaciones.  Entonces surge el comentario mordaz, la reflexión personal, la puya más o menos amistosa, los recuerdos y vivencias, las opiniones y sentencias, y el autor nos sigue, ensimismado, acalorado, entregado desde su libro y abrumado, tal vez, por todo lo que despierta, encantado de haber sido el origen de esa polémica, de esta efervescencias emocional e intelectual. Seguramente, daría cualquier cosa por poder encarnarse y estar ahí, con nosotros, meter baza…: “¿pero qué dice el de rojo? ¡Si está clarísimo! ¡Mi descripción del protagonista es escueta porque yo así lo quise!”… “¿veis? la señora rubia de las gafas lo entendió perfectamente”,… “pero, ¿cómo se le ocurre al de barbas calificar mi obra de “tostón?”,… “¡Por favor! ¡Yo en esa frase reafirmo la exageración de lo convencional!”…

Y así, entre lecturas, silencios y debates, podemos irnos hasta las guerras carlistas, partiendo de la Guía de perplejos de Maimónides, pasando por las anécdotas menos inverosímiles y a través de las vivencias más descarnadas.

Gracias a estas reuniones, pequeñas veladas, círculos de y para el entendimiento, hablamos con las autoras y autores, hacemos que revivan sus historias, sus emociones y las de sus personajes, haciéndolas nuestras en cierto modo, llenando de vida palabras que ya la tienen pero que necesitan ser leídas para que sigan vivas a través de los tiempos. Al abrir el libro permitimos que vivan las palabras y, cuando lo cerramos –como dijo Neruda- abrimos la vida.

Muchos, infinitos paisajes nos esperan; historias, personajes y palabras que nos llaman, surgen y se mueven como alas que nos crecen en la espalda. Doy gracias infinitas a quienes nos ofrecieron y siguen brindándonos ese regalo inestimable.

Sigamos abriendo la vida, de par en par.

Feliz viaje vital a todos y todas.


Tertulia Literaria del C.P. de Araba