viernes, 3 de julio de 2015

Mejores padres, hijos más felices

Belén Maiso López, orientadora del Centro de Formación de Fundación Pioneros; y Cloty López Martínez, directora del Centro de Formación de Fundación Pioneros

“Yo era una madre perfecta hasta que nacieron mis hijos”. Esta frase describe muy bien la idea de que a la hora de educar a los hijos, de acompañarles en esa aventura que es crecer, lo más difícil no es saber que hacer – que a veces también tiene su miga – sino ser capaces de hacerlo, tener serenidad, visión, tacto para poder aplicar la teoría, como si ejecutásemos delicadamente una canción.
Esta idea está de fondo en los grupos de madres y padres que hemos llevado a cabo este curso a través del Servicio de Prevención Comunitaria del Instituto Foral de Bienestar Social de Álava. Reunir a unos padres no solo para sugerir, informar, formar sino un grupo para compartir y hacer comunidad que educa.
Tenemos claro que a la hora de criar a nuestros hijos es importante lo intelectual: los resultados académicos, que lean, aprendan, que sepan idiomas; también que sean educados, que sepan reaccionar, que respeten las normas sociales, que se adapten a los cambios; y además la parte emocional y afectiva: que se sientan queridos, a gusto consigo mismos, que amen la vida, a su familia, que establezcan vínculos, que cuiden a los amigos y se dejen querer. En todo esto las familias, con nuestros recursos y capacidades, jugamos un papel fundamental e insustituible.
Por ello consideramos que el grupo de madres debe trabajar desde estos tres componentes –cognitivo, conductual y afectivo-. En el grupo tenemos que compartir, hablar, experimentar, pensar, escuchar, sentir. Aún diríamos más: tenemos que probar, jugar, revisar, contrastar y emocionarnos con lo que sentimos, confundirnos para buscar más allá, ponernos en la piel del otro para ser capaces de comprender y ver otras alternativas. Implicar nuestra mente, cuerpo, corazón y todos nuestros sentidos.
El grupo ha de estar encaminado a empoderar y asegurar las capacidades que tenemos como familia y por otro a desarrollar destrezas, habilidades, pensamientos… que nos permitan prevenir o afrontar situaciones que se pueden y van a dar.
Teniendo en cuenta la imposibilidad de reproducir una experiencia de grupo -podemos reproducir dinámicas y contenidos pero el resultado será diferente- vamos comprobando que hay elementos que consideramos esenciales y que son comunes en nuestra propuesta:

Cuidar, mimar y proteger el clima de grupo, darle tiempo, espacio a que la confianza avance poco a poco, asegurar la confidencialidad, premiar la naturalidad, favorecer los espacios de encuentro.
Reírse, desdramatizar, propiciar un espacio alegre y natural. Somos más permeables si las cosas nos entran desde la sonrisa, el desenfado y el humor.
• Los profesionales que lideran el grupo, son miembros activos, su función es dinamizar, sacar partido de las potencialidades de cada uno, reconducir, traducir, estimular, acelerar la sesión… Pero sobre todo son personas que forman parte de la experiencia grupal.
Crear experiencia. Si pretendemos que las niñas aprendan a hacer pan podemos darles una receta y explicarles el proceso de elaboración. Pero si queremos que conviertan el hacer pan en una experiencia personal, que valoren el que comen cada día y sientan verdadero interés y respeto por este alimento les dejaremos que toquen, huelan, vean, prueben, se manchen y hagan pan. Al igual, si queremos que la experiencia de participar en un grupo de padres produzca cambios, hay que entrar en el obrador y estar dispuestos a mancharnos, tocar, oler, implicarse, confundirse, reírse, compartir.