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viernes, 15 de abril de 2016

Los centros educativos como recursos comunitarios para jóvenes

Programa Educándonos de Fundación Pioneros.

Fundación Pioneros trabaja con adolescentes y jóvenes desde 1968. El principio filosófico que desde entonces ha guiado a la entidad ha sido el de enseñar a adolescentes y jóvenes a amar la vida. Hoy, Pioneros resignifica su práctica pedagógica y realiza un esfuerzo para que, a través de herramientas y metodologías innovadoras, seamos más eficaces en nuestra intervención educativa.

El informe de la Comisión Internacional para la educación del siglo XXI de la UNESCO, presidida por Jacques Delors, hablaba de los cuatro pilares de la educación: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a convivir y aprender a ser. El programa Educándonos de Fundación Pioneros asume como propios estos principios y trabaja para que jóvenes de Logroño y La Rioja puedan aumentar sus competencias en estos cuatro pilares tan importantes para el desarrollo del ser humano.

Uno de los programas con los que Educándonos hace realidad esta práctica educativa innovadora es el Proyecto La Rayuela, apoyado por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad y por la Acción Social de Bankia, que entiende a los centros educativos (IES) como recursos comunitarios al servicio de la juventud y sus familias.

La Rayuela es una propuesta pedagógica de trabajo educativo con jóvenes que, a través de la formación con talleres dentro del aula, busca tender puentes entre los centros educativos, la realidad juvenil en su entorno cotidiano más próximo (la calle, el barrio, la plaza...) y las familias,  todo ello enmarcado en un contexto comunitario en su sentido más amplio. Es un proceso socioeducativo, preventivo y promocional que a nivel comunitario busca la creación de un proceso de cambio, partiendo desde las y los propios jóvenes para aumentar su participación en el contexto social con el objetivo de transformar su realidad. Para ello planteamos tres grandes objetivos:
  • Promover la educación para la paz y el desarrollo comunitario como medio prioritario para la resolución no violenta de los conflictos, tanto en lo escolar como en lo local y lo global (glocal) incidiendo en la mejora de la convivencia.
  • Fomentar la participación en propuestas de cambio para lograr un mundo más justo como método de prevención de la exclusión.
  • Lograr la inclusión real de jóvenes y la mejora del rendimiento académico a través de la mejora de la convivencia y la participación.

La metodología de trabajo es muy específica, parte del protagonismo de las y los participantes y se centra en el trabajo de temáticas que se eligen previamente con los equipos de orientación; convivencia e interculturalidad, igualdad de género, cultura de paz a través de la gestión positiva de conflictos, identidad e intervención comunitaria. Con principios metodológicos como el diálogo de saberes, la gestión colectiva del conocimiento y el juego como eje vehicular para que la participación está garantizada.


La Rayuela nace como un programa que pretende transformar la amenaza en oportunidad, reconociendo el enorme potencial de la juventud que vive momentos complejos. Partimos de un cambio en el paradigma educativo buscando en la diversidad la riqueza y no el problema, y en el conflicto la oportunidad de transformar nuestras relaciones. Nuestra experiencia en el trabajo con jóvenes desde diferentes ámbitos y la formación en el aula en estrecha colaboración con el profesorado, genera una práctica pedagógica exitosa, que permite trabajar de manera más integrada, aumentando las oportunidades de participación de las y los jóvenes, especialmente aquellas y aquellos que pueden presentar problemáticas más complejas. 

viernes, 8 de noviembre de 2013

Una idea, una lección y un vino cosechero

Juan Francisco Rodero Inés. Educador agradecido.

Mural realizado por jóvenes de Pioneros
Corría el verano del año 1976 cuando un aprendiz de educador se internaba en la Calle Mayor para acudir a una cita con un “visionario educativo” Julián Rezola, un activista social curtido en mil batallas sostenidas en los años que circunscribieron el mítico y esperanzador 1968. De Francia y de otros lugares como Barcelona Julián traía una idea: educar en el medio, que luego conoceríamos como educar en la calle. Su ilusión y meta era demostrar que esta educación era algo posible en su Logroño querido.

Esta idea, totalmente inédita en la España de la época, atraía a quien, como el aprendiz, creía en una educación capaz de cambiar la sociedad y el mundo. Lejos de los vaivenes políticos, aunque tampoco se permitían, y de los objetivos educativos predominantes en la época. Todavía era pronto para los cambios, aunque era importante estar en vanguardia para que fuesen tenidos en cuenta.

Juntos, Julián y el aprendiz, se encaminaron por la calle Mayor hacia Rodríguez Paterna dirigiéndose a una pequeña tasca. Allí Julián explicó a su acompañante que tenían que hacer dos cosas: la primera, hablar con un patriarca para ajustar una excursión que iban a realizar un domingo con un grupo de chavales en forma de jornada campera. La otra, beber un vino de cosechero excepcional.

La primera se desarrolló en un ambiente en el cual se cruzaban dos respetos palpables, el de Julián hacia la posición del patriarca, a sus opiniones y consejos; por otro, el respeto de éste hacia una persona en la que se podía confiar, alguien que quería, podía y sabía educar. Fue una lección que jamás olvidaría el aprendiz: el respeto es la base de toda educación. Luego se completaría al hacerse igual de válida para la educación reglada y la no reglada. Además, es una norma esencial para la vida, ¡lástima que no siempre la tengamos presente!

Después de hacer honor al vino, buenísimo, en esto también se habían cumplido las expectativas; la conversación se centró en la educación en la calle, en la tarea concreta que desarrollaban. Julián se crece: hay que tratar de aprovechar el medio en que los chicos viven para sacar de él su potencial educativo, de las lecciones de la vida su fuerza vital y natural, extraer de las situaciones aplicaciones prácticas para mejorar la calidad de vida, hacer que los ejemplos vívidos sean los libros de texto. También del taller como recurso. Un lugar donde los chavales reparen sus motos o bicicletas sirve tanto para despertar una profesión como para dar ocasiones sobradas de diálogo sobre sus problemas, reflexionar sobre ellos, buscarles sus facetas y darles un tratamiento adecuado para dejar de ser problema, o convertirse en problemilla. Las excursiones, otra manera de contribuir a la educación, ya que permiten alejarnos por un tiempo del mundo cotidiano a la vez que permite conocer otros, que también enseñan cosas que pueden ser útiles para mejorar como personas.

El aspirante a educador toma nota y se le grabará en la memoria. Siempre lo tendrá presente en su labor educativa, aunque sea en el recinto cerrado, y no siempre permeable, de un aula.

Han pasado muchos años, toda una vida, Julián vive en el recuerdo y el aprendiz se ha curtido en mil batallas educativas. Se produce un reencuentro con la obra iniciada por Julián, el Pelos, el Fule y muchos otros: Pioneros. Lo primero que observa es que las viejas lecciones siguen vigentes. Las formas mutan, pero el corazón sigue intacto.
Con una sonrisa que acude a sus labios se dirige a un bar, pide un cosechero y levantando su copa brinda por las ideas y las lecciones prácticas. Sobre todo cuando se hacen realidades y perduran muchos años después.