Patricia San José Torga. Profesora de Artesanía en
CCEE Los Ángeles y Especialista en Arteterapia Transdisciplinaria.
Crear es una terapia para el alma. Las manchas, los colores,
las formas, las texturas son parte de los paisajes que construimos y que
habitamos. El juego, la melodía que suena al andar por cada uno de ellos. El
arte, más allá de la educación, es una forma de sentir y de vivir descubriendo
nuestras capacidades.
Cada día llego al aula y espero, con la inquietud que te da
la sorpresa, a que los alumnos de transición a la vida adulta asomen su cabeza
para comenzar a trabajar. Una parte de la planificación del taller de artesanía
nos permite desarrollar proyectos artísticos para presentarlos a concursos. Es
ahí donde aprovecho para explorar con ellos el mundo del arteterapia.
“¿Qué hacemos? ¿qué color utilizo? ¿por dónde empiezo?” son
preguntas habituales al comenzar el trabajo que encuentran su respuesta en el
juego. De pronto aparece el silencio vergonzoso acompañado en ocasiones por los
“no sés” derrotados. Entonces, una lluvia de ideas puede conformar un puzzle
lleno de aconteceres y temas a tratar. Es así como el arte, en cualquiera de
sus formas, expresa lo que no se puede decir con palabras. Es un lenguaje que,
al no tener las mismas reglas que el lenguaje verbal, facilita la expresión
verbal a través de los símbolos. Nos permite así dar forma a lo vital, a la
interrogación, a los deseos, a la comunicación y a los múltiples personajes que
habitan en el interior de cada uno. El arte es un medio común a todos: el ser
humano aprendió a bailar y pintar antes de hablar.
El arteterapia enriquece la experiencia plástica y visual,
haciendo que trascienda para llegar a todos los lugares y a todas las personas
ampliando sus horizontes hasta límites inimaginables. También fomenta la
autoexpresión para otorgar un espacio de sana convivencia, socialmente
aceptable y una oportunidad de expresión creativa libre.
El elemento esencial en todo el programa artístico es la
persona. Trazar esa malla cercana que llega a ser afectiva es nuestro primer
impulso. Sentir que algo resuena, vibra y late en tu corazón. El proceso
artístico es una experiencia de sentimiento y aprendizaje y es nuestro deber
alimentar el espíritu creador de los alumnos favoreciendo las condiciones
ambientales para que la experiencia artística tenga lugar.
En el terreno del arteterapia no es tan importante el
resultado final sino el proceso, hay que observar con detenimiento lo que se
halla en ese camino en el que se pueden encontrar escollos que hay que aprender
a resolver; hallar el momento de descanso para contemplar lo que se está
creando, llegar hasta algo nuevo, desconocido.
El arte no puede tratar de competir con temas académicos, el
arte debe mantener su esencia y permanecer siendo básicamente humano, debe ser
el lugar al que dirija sus ojos el alumno sin la preocupación de que su trabajo
sea evaluado, ni la sensación de que tiene que actuar de acuerdo con los
cánones de otros.
La experiencia me dice que los diversos espacios educativos
hay que llenarlos de corazón, de cuerpo, de arte, de vida y de experiencias,
luchando contra la pesadumbre y el aburrimiento para que cada día aprendamos
con alegría y entusiasmo permitiendo que las emociones que nuestros alumnos
tienen, se expresen libremente en el aula. Lo mejor en este caso, es descubrir
en cada paso, que el aspecto rehabilitador y terapéutico del arte en el aula,
empieza a quedarse corto en los alumnos. Porque quieren aprender más, se
sienten bien y quieren dedicar más tiempo a expresar, a comunicar y a crear,
porque quieren ser artistas.
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