viernes, 16 de diciembre de 2011

Aprender a resolver conflictos en la escuela


Mª Ángeles Guinea Magaña. Maestra de Primaria en activo, Supervisora y Coach.

Soy maestra de Primaria, trabajo con niños y niñas de 6 y 7 años. Haber pasado por un proceso de supervisión y más tarde for­marme como supervisora me ha permitido afrontar mi trabajo con una perspectiva nueva.
Durante años mi manera de abor­dar la disciplina se correspondía, aunque yo me contara otra cosa, con la que recibí de mis mayores: vigilar, avisar, reñir y castigar; dar consignas, echar sermones, repe­tir una y otra vez lo que no hay que hacer y lo que sí hay que ha­cer.
Decidí “robar” al horario media hora semanal para dedicarla a la resolución de conflictos utilizan­do herramientas aprendidas y experimentadas en la supervisión.
Me di cuenta de que a los niños y niñas les gusta reflexionar, com­prender lo que les pasa a otros y saben expresar lo que sienten.
Empezamos a tratar “casos: ¡Ten­go un caso!
Hoy está implicado Ángel: Un mayor le “ha mandado” que escu­pa a su compañero de clase. Pri­mero indagamos en los hechos: preguntamos para entender bien lo ocurrido, a veces lo representa­mos utilizando a otros compañe­ros como “actores”. Reflexionamos sobre las intenciones: ¿Para qué lo hace? Hablamos de emociones y sentimientos. ¿Qué ha sentido? El miedo de Ángel al mayor y su deseo de congraciarse con él es lo que asoma. Entendemos.
¿Qué me pasa a mí cuando al­guien más fuerte me pide que haga cosas...? Este es el TEMA y nos afecta a todas y a todos.
Hemos tratado “casos” variados:
  • El de “La maestra nos hizo reír con un despiste de Hicham, que lloró”. ¿Qué me pasa cuan­do creo que los demás se ríen de mí?
  • El eterno caso de “No me deja jugar”. ¿Qué me pasa cuando me enfado con mi amiga?
  • El de “Primero pego no me vaya a pegar, que se lo he vis­to en la cara”. ¿Qué me pasa cuando creo que me quieren fastidiar?

No solo casos. ¡Algunas semanas no los había…! He experimenta­do que actividades que suponen “ponerse de acuerdo” son una oportunidad para comunicarse: escuchar, expresar deseos, acep­tar otros argumentos... Les emo­ciona, les divierte y les pone en un brete.
Me gusta el camino emprendido. Aprendo mucho. Enfrento este curso con ilusión, también con esta parte del trabajo que antes de conocer la supervisión me desazonaba: impotencia, tedio y mal humor ante los problemas de los niños, siempre con las mismas cuitas.
En los colegios tenemos Progra­mas y Planes de Convivencia, Comisiones, Reglamentos... Esta­mos involucrados en la crisis de valores: ¡Educar en Valores!, las editoriales se aprestan a sacar fichas, cuadernillos y libros. Cele­bramos el día de la Constitución, de la Paz, de la No Violencia de Género: lanzamos palomas y glo­bos al cielo, cantamos canciones, recitamos poesías, escribimos de­seos de buena voluntad… Y, sin entrar a debatir la bondad o no de estas actividades, que nos per­miten creer que hacemos “algo”, la realidad es que los niños y las niñas siguen necesitando resol­ver sus conflictos.

3 comentarios:

  1. Creo que las actuaciones que nos expone esta maestra generan mejor convivencia y se adquieren mejor los aprendizajes necesarios para la vida además de más conocimiento. Gracias por ese buen hacer.

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  2. De acuerdo contigo, Ramos, y, por supuesto con Mª Ángeles. Pero por desgracia vivimos una época en la que si tenemos espacios como este, en el que se aprende a resolver conflictos, significa que estamos "perdiendo el tiempo" cuando yo pienso que es todo lo contrario, que significa ganar espacios para aprender a vivir.

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  3. La resolución de conflictos es un tema universal que generalmente nadie nos ayuda a resolver, así que ver que profesoras como Mª Ángeles dedica un tiempo a enseñar esto a nuestros hijos me hace pensar que la escuela está viva y que empieza a considerar que todo(lo que ocurre alrededor de nuestras vidas) y todos somos importantes. Gracias y mil ánimos

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