ODS 3: Salud y bienestar
José Manuel Valenzuela Pareja, coordinador técnico de Fundación Pioneros.
El Informe diagnóstico: Impacto de la COVID-19 en la juventud de La Rioja arroja algunas evidencias preocupantes: el 55% de las y los jóvenes han vivido su situación educativa como mal organizada, poco adaptada metodológicamente y con falta de apoyo suficiente por parte del profesorado. Además, el 14% de jóvenes expresan haberse descolgado del curso y 1 cada 4 jóvenes no se siente seguro en su entorno educativo.
En cuanto al empleo, el 22,8% hace referencia a la pérdida total de su puesto de trabajo, seguido de un 17,8% que alude haber entrado en situación de ERTE.
La salud emocional de las personas
jóvenes se ha visto afectada de manera contundente: el 45,9% (el 33,9% en
mujeres) se ha sentido triste o con depresión en algún momento de esta
pandemia.
El 15% de las persona encuestadas, reconoce situaciones de tensión y otro 6% alude a la existencia de violencia verbal o física en sus núcleos familiares.
En cuanto a las relaciones sociales, casi la mitad de jóvenes, un 48,9%, plantea que ha perdido relaciones anteriores. Uno de cada 10 jóvenes conoce casos en los que alguna persona ha sufrido algún tipo de acoso o presión no deseada a través de redes sociales.
Analizando los hábitos de consumo de tóxicos entre los y las jóvenes en el post confinamiento, se evidencia que el 10% ha continuado con malos hábitos.
En conclusión, podemos señalar que tras el análisis de datos el comportamiento general de los y las jóvenes desde el comienzo de la situación generada por la COVID-19 ha sido excelente. Es por ello que la percepción que tienen sobre cómo son vistos les genera frustración. En efecto, detectan que existe una tendencia a globalizar en la juventud los comportamientos de transgresión de normas, mientras que con otros colectivos no sucede lo mismo.
En cuanto a la alteración de los hábitos de vida por los contextos restrictivos, se evidencia una repercusión importante en la salud mental de toda la población, particularmente en el colectivo joven, donde la socialización cobra especial relevancia para su desarrollo psicoemocional y evolutivo. En consecuencia, encontramos un aumento del número de horas de conexión a la vida digital y redes sociales. Además, cabe destacar la percepción de una mayor exigencia en el contexto académico, sumada al desarrollo de un tipo de aprendizaje casi autónomo por la supresión de las clases presenciales. Por último se reflejan cambios en las rutinas de sueño y alimentación y descenso o ausencia de actividades deportivas.
Dentro del contexto global, hay que señalar
la preocupante situación de quienes están viviendo todo lo sucedido desde
situaciones de precariedad económica. En estos casos, la pandemia ha venido a acentuar
la difícil situación que ya venían pasando, muy en contraste con las
situaciones idílicas de confinamiento que hemos visto en diferentes medios de
comunicación.
La incertidumbre y la saturación de información en los medios de comunicación y en la calle sobre el tema de la COVID-19, también les está afectando, generando estados de mayor irritación y de aislamiento social. Existe actualmente una enorme preocupación por el futuro y una gran impotencia por el presente en todo lo concerniente al mundo laboral. Muy posiblemente, estamos hablando de una de las generaciones con mayor incertidumbre y menos aspiraciones de los últimos años.
En el ámbito de la salud, el miedo es protagonista. Más concretamente, se refiere miedo al contagio de familiares cercanos y miedo a que esta situación se prolongue indeterminadamente en el tiempo. Por ende, entre la juventud existe un enorme desgaste debido a la privación y limitación relacional, ahora marcada por la distancia social. Continúa la frustración respecto a las normativas contradictorias, los resultados negativos a pesar de los esfuerzos realizados y la tendencia a la culpabilización de la juventud.
Todo ello nos hace plantear las siguientes líneas de actuación a modo de propuestas:
- La necesidad de abordar la salud emocional y los estados de tristeza, depresión, nerviosismo o frustración.
- El reorientar la formación académica tras la pandemia, adaptando planes y atendiendo también otros aspectos que no son exclusivamente académicos.
- La necesidad de identificar, detectar y gestionar situaciones informativas de cualquier tipo de violencia.
- La importancia de trabajar la realidad de los y las jóvenes en el mundo laboral de manera prioritaria.
- La necesidad de abordar las expectativas, la confianza, el emprendimiento, el esfuerzo y la ilusión como signos de una adecuada salud emocional.
Quizá sea la población joven la que
tendrá que lidiar con las consecuencias de la pandemia más a largo plazo.
Pongamos los medios necesarios para salvar vidas y no desatendamos otras
necesidades humanas que no son menores, como lo son la salud mental y el
derecho a desarrollarnos integralmente como personas.
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