ODS 5: Igualdad de género
Chaima Boucharrafa. Estudiante de Educación Infantil en la UR y participante de la Escuela de Liderazgo Juvenil de Fundación Pioneros.
“Cuando te quites ese pañuelo, podrás hablar de feminismo” “Hemos luchado mucho como para que tú vengas y nos hagas retroceder” “El feminismo y el Islam son incompatibles” “¿Vas a hablar tú de feminismo? En vuestros países no tenéis ni voz ni voto, ¿con qué cara exigís aquí derechos?” “En España ya hay una cultura, o te integras o te vas” “¡Sal sin velo, no tengas miedo!”Y así podría seguir largo y tendido…
Si pienso en el feminismo que ha acaparado la mayoría de los espacios, me encuentro con el feminismo de la voz única, hegemónico, supremacista y paternalista, el conocido feminismo blanco. Se trata de un feminismo monolítico y simplista, que ignora el amplio abanico de aspiraciones, inquietudes y necesidades de millones de mujeres que no responden a ese modelo femenino occidental. Es un feminismo que dice estar luchando por los derechos y libertades de las mujeres, ahora bien, ¿los de todas las mujeres?
Las musulmanas somos observadas con toda una carga de prejuicios y estereotipos, presentadas al mundo como oprimidas y sometidas al mandato del varón, en definitiva, sujetos absolutamente pasivos. Para argumentar este discurso, en repetidas ocasiones nos señalan países de mayoría musulmana, y nos exigen explicaciones, ¿por qué habríamos de justificarnos por las practicas misóginas y patriarcales de países que ni siquiera son los nuestros? ¿Es que vamos a ser de todos los países menos de este?
Es el velo, sin duda, el tema más recurrente, y no entendemos cómo una tela puede llegar a suscitar tanta polémica, pero estamos llegando a la conclusión de que el problema no es el hijab, lo que ocurre es que no se acaba de aceptar que una mujer pueda decidir sobre su cuerpo, porque cada vez que lo hace hay un dedo que señala y una voz que sentencia; al final todo gira en torno a la figura del hombre, si nos destapamos, es porque claramente estamos intentando llamar la atención de este, si decidimos cubrirnos es porque alguien (hombre) nos está obligando a hacerlo, y yo me pregunto, ¿llegará el momento en el que las prendas usadas por las mujeres dejen de ser debate público?
Nos negamos a aceptar ese discurso de confrontación que divide a las mujeres, que otorga la potestad de decidir cuáles son las feministas válidas y cuáles no. Un feminismo cuyos eslóganes de liberación conciben únicamente el destape para entendernos libres, y cuya doble moralidad pone en evidencia el “si nos tocan a una nos tocan a todas”, y si no, que se lo digan a las jornaleras de Huelva o a las refugiadas; y es que, mientras la sororidad no se aplique a todas las mujeres, no será feminismo.
No queremos formar parte del feminismo que mira hacia otro lado cuando somos violentadas y agredidas, cuando somos expulsadas del espacio público, del ámbito educativo y del mercado laboral. Realmente no es nuestro hijab lo que nos oprime, sino la sociedad que no termina de entender el verdadero significado de libertad, igualdad y convivencia. Porque estamos hartas de tener que justificar nuestras elecciones, de que se hable por nosotras sin nosotras, y de que se nos infantilice al percibirnos como personas incapaces de ser protagonistas de nuestro propio destino. Hartas de tener que hacernos hueco porque no se nos hace hueco, hartas de que se nos instrumentalice utilizando nuestra cara en las portadas el día de las manifestaciones, pero no se nos brinde espacios en los que podamos expresarnos desde la igualdad.
Decimos sin tapujos, que no queremos profetisas de liberación, que bajo el pretexto de salvación, lo que realmente quieren es someternos un proceso de dócil asimilación. Tampoco aceptamos ese discurso de odio llevado a cabo por mujeres que reconocen haber renegado de su condición de musulmanas, que mientras nos humillan y condenan por seguir manteniendo nuestra fe, dicen querer rescatarnos de la opresión. A todas ellas, gracias, pero lo único que queremos es que dejen de reforzar ese patriarcado y afán de imposición contra el que paradójicamente se rebelan.
Cada vez que alzo la voz para decir que yo también soy feminista, me encuentro con miradas de recriminación e inaceptación, me encuentro con toda una serie de requisitos a cumplir como si de un club se tratara, lo cierto es que me encuentro con un muro de hormigón y no solo con un techo de cristal. Esta discriminación seguirá siendo naturalizada, mientras el racismo y la islamofobia institucional sigan perpetuando dinámicas discriminatorias a través de sus múltiples formas de violencia.
Como mujeres de identidades múltiples, con o sin velo, reivindicamos nuestra legitima capacidad de decidir las mujeres que queremos ser y apostamos por el reconocimiento igualitario entre mujeres y hombres para la construcción de una sociedad basada en la equidad y la justicia social.
Que nuestras luchas no nos dividan, porque nos queremos libres, empoderadas y unidas.
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