viernes, 4 de noviembre de 2016

La práctica del mindfulness en entornos de aprendizaje

Virginia Pañeda Sanz. Especialista en Educación Transpersonal y formadora de programas de Mindfulness en entornos educativos.

Todo lo relacionado con el mindfulness o atención plena nace de una firme apertura hacia la sencillez, empezando por la definición que nos propone uno de sus pioneros, Jon Kabat-Zinn (1994): “mindfulness significa prestar atención de una manera especial: intencionadamente, en el momento presente y sin juzgar”. Pero conciliar la invitación de detenernos a “sencillamente” deleitar el instante presente con nuestros ritmos diarios nos resulta tremendamente complejo. Parece que vivimos en una sociedad en la que no podemos permitirnos parar (de producir, de consumir, de hacer), ni encontramos una forma sana de reducir algunos de “los crónicos” de nuestro tiempo como el estrés, la ansiedad o la insatisfacción permanentes. Este diagnóstico también afecta profundamente a los espacios educativos, por lo que como profesionales que acompañamos procesos de aprendizaje quizá la pregunta que debemos hacernos es ¿cómo crear espacios donde podamos parar, conectar y ser, más allá de la vorágine de inmediatez y la fragmentación deshumanizante en la que estamos sumergidos?

Si miramos con detalle nuestros entornos de aprendizaje, como explica Deborah Schoeberlin, uno de los grandes desafíos es sin duda que nuestro alumnado desarrolle la capacidad de enfocar la atención y la conciencia de lo que está pasando en cada momento a nivel corporal, emocional y mental. Sin duda la falta de atención está conectada a la falta de presencia y de ahí se deriva una tremenda desconexión con nuestro interior y con nuestro alrededor. Por eso la propuesta fundamental del mindfulness es precisamente recuperar el estado natural de conexión, recorriendo un camino de vuelta a nuestra esencia, y abriendo la puerta de nuevo al aprendizaje que nos atraviesa, aquel que tiene lugar cuando estamos presentes con todo lo que somos.

La práctica de la atención plena está basada en el cultivo de algunas habilidades que nos permiten tejer relaciones más auténticas “con lo de dentro y lo de fuera”. La habilidad por excelencia es la atención, que va de la mano de la concentración, y entre ambas ayudan a revitalizar la inquietud innata por aprender. Además, entrenar nuestro enfoque de atención nos ayuda a reconocer las sensaciones, pensamientos y emociones que surgen en cada momento. Esto nos lleva a otra de las habilidades más importantes, la observación: el mindfulness fomenta el desarrollo de una presencia testigo, cuyo principal foco es observar. De esta manera, el autoconocimiento pasa a ser una prioridad en nuestro crecimiento como personas. A través de la observación también podemos aprender a tomar distancia (de los estímulos internos y externos), y es gracias a esta distancia que podemos responder de forma consciente en lugar de reaccionar a los estímulos. Y por último la compasión es otra de las cualidades clave del mindfulness, Vicente Simón se refiere a ella desde dos elementos “el emocionarse por el sufrimiento” y “el deseo de aliviarlo”. Gracias a la compasión, se nos ofrece la posibilidad de abrirnos a la presencia tan necesaria en entornos educativos de otras virtudes humanas tales como la solidaridad y la empatía.

La educación es uno de los entornos en los que el mindfulness ha sido introducido desde hace más de una década, en concreto en España existen numerosos centros educativos que lo están practicando. Las experiencias realizadas destacan el aumento de los niveles de regulación emocional de los estudiantes, la reducción de conflictos y la mejora las relaciones entre profesorado, alumnado y familias, aportando numerosos beneficios para toda la comunidad educativa. De manera práctica introducir el mindfulness en nuestros espacios educativos puede ser tan sencillo como dedicar un tiempo diario a la meditación en grupo, dar un paseo consciente o embaucarnos en una tarea creativa sin la urgencia ni la limitación de llegar a ningún resultado.

En la raíz de la atención plena está el propósito de crear procesos para conectar con el discernimiento, la intuición y nuestra expresión más humana, un fin que compartimos muchas personas que trabajamos en entornos educativos. Tenemos en nuestras manos la oportunidad y el privilegio de comenzar a practicar el parar, conectar y ser, con un gesto de apertura ante lo que supone aprender y educar desde el estado íntimo de presencia y corazón. 

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