Miguel Ángel García Cortés. Profesor de Aikido.
Llevo más de 12 años impartiendo clases de aikido a niños de
edades comprendidas entre los 7 años y los 16, y a adultos, y a lo largo de
esta experiencia he ido viendo cómo a mi entender los niños se vuelven adultos
y los adultos niños. Sé que parece una paradoja pero ocurre exactamente así.
Durante las clases existe una metamorfosis en la cual los niños se dejan llevar
y los adultos se transforman en niños con una facilidad pasmosa y son dúctiles
y maleables. Es asombroso cómo se produce el proceso, y bajo mi humilde
opinión a los niños les cuesta mucho menos que a los adultos.
Ha habido niños que se han quedado por el camino, lo mismo
que adultos, pero otros han perseverado, llevan ya entre 5 y 6 años entrenando
conmigo y he visto su evolución marcial dentro del dojo.
Durante la clase se transforman y se dejan llevar
practicando las técnicas, siendo unas veces tori (persona que realiza la
técnica) y otras uke (persona que realiza el ataque). Practican con alegría,
con energía, empiezan a ser marciales y a intentar dominar durante este
periodo escaso de tiempo sus emociones. Esto último es lo más complicado porque
en el momento en que empiezan a asimilar las técnicas trabajadas en clase se
emocionan y ya no hacen aikido si no que entran en un dinamismo en el cual
pierden durante la práctica el sentido de la realidad.
Es en ese momento donde entro como profesor para decirles
que se están dejando llevar por sus emociones y que ya no practican un arte
marcial, sino coreografía. En el instante que en los paro son adultos porque
entienden perfectamente lo que trato de inculcarles y comprenden que no deben
perder nunca el sentido de la realidad sino visualizar al oponente en sí en
todo su campo de acción y no solo donde realmente se produce el ataque para
poder llevar a cabo la técnica correspondiente con el consiguiente trabajo y
dominio del contrincante. Siguen practicando, tomando nota mentalmente de los
movimientos, la posición de los pies, manos, cabeza y los nombres de las
técnicas.
Es increíble ver cómo los niños captan las técnicas a estas
edades: son esponjas, tienen el don de absorber todo lo que tratas de
comentarles y enseñarles, y muchas veces o casi todas ellas superan con creces
a los adultos. Se quedan con los nombres, los desplazamientos, etc.
Les intento inculcar que el aikido es el arte de la esquiva
pero no solo en el dojo sino fuera de él, que es posible salir a flote de
cualquier situación con ayuda de los valores adquiridos o enseñados durante las
clases, abriendo la puerta y ocupándose de aquellos problemas a los que pueden
hacer frente y dejando pasar aquellos en cuyas manos no está la solución.
Así se van haciendo adultos sin necesidad de pedir ayuda
constantemente, mostrando en cada instante lo que han ido aprendiendo y
poniendo en práctica lo recibido durante su entrenamiento semanal.
Esto es básicamente mi trabajo: el placer de ayudar a los
niños a ser más autónomos.
Muchas gracias a aquellas personas que confiaron en su día
en mí, a las que siguen confiando y hacen que siga impartiendo clases viernes y
sábados a niños y adultos, haciéndome sentir niño durante ese tiempo. Gracias
de todo corazón, amigos y padres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario