Javier Navarro Algás. Gerente de Fundación Pioneros.
Últimamente los medios de comunicación han reflejado la polémica generada a propósito de la publicación del Diccionario biográfico español de la Real Academia de la Historia.
Esta noticia me ha traído a la memoria un pequeño libro titulado “Cien figuras españolas” que mi padre guardaba de sus tiempos como escolar.
Debía contar yo con nueve o diez años cuando lo descubrí y comencé a mirar las fotografías que encabezaban cada página y a leer las que me parecían más atractivas. A mi mente acuden las imágenes de Séneca, Trajano, Gonzalo Fernández de Córdoba, Legazpi, Cabeza de Vaca, María Pita, Miguel Servet, Goya, Isaac Peral… También aparecía un santo dedicado a la enseñanza, San José de Calasanz.
Al “santo viejo”, que es como sus compañeros escolapios y quizá los vecinos de la Roma de 1600 llamaban cariñosamente a aquel anciano que había sido amigo de Galileo, innovador y pionero de la escuela popular y gratuita y que seguía activo a pesar de su muy avanzada edad –falleció a los 92 años-, pienso yo que debo gran parte de mi vocación profesional.
Todo lo anterior aplicado a la educación tiene que ver con la importancia de buscar en la historia aquellos personajes que recorrieron antes que nosotros parecidos caminos y que dejaron su sabiduría a nuestra disposición.
Figuras de la historia contemporánea, no tan alejados de nuestras preocupaciones y modo de ver la vida, como Johann Pestalozzi, Lorenzo Milani, María Montessori, Ben Lindsey, Robert Baden-Powell, Anton Makarenko, Francisco Giner de los Ríos, Henry Joubrel, Alexander Neill, Fernand Deligny, Paulo Freire… entre otros están esperándonos.
Podemos acercarnos a ellos de primera mano, a través de sus obras escritas, o por atajos como Wikipekia si uno dispone de poco tiempo.
Haciendo un estudio comparativo encontraremos muchas similitudes metodológicas; también diferencias que se explican por el contexto histórico, ideológico y personal de cada uno. Pero en todos ellos el mismo interés por extraer de cada niño, adolescente, joven, lo mejor, por procurar su felicidad y por proyectarlos hacia la sociedad.
Recientemente asistí a una conferencia impartida por el profesor y catedrático Ramón Flecha, sobre Comunidades de Aprendizaje. Percibí pasión en las “historias de vida de chicos y chicas” con las que ilustraba su exposición.
Y aunque nuestros tiempos son más bien de trabajo en equipo, de redes, de alianzas que de figuras históricas, esa pasión es para mí la mejor prueba de que la educación sigue siendo un campo atractivo, necesario y donde todos podemos contribuir.
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