Laura Sierra Balmaseda. Educadora Social y Psicopedagoga.
Era viernes de una mañana de agosto, muy lejos de Logroño intentando reponer energía para afrontar un presente cargado de incertidumbre, cuando en mi teléfono aparece la noticia de tu muerte.
La
tristeza, la rabia y la impotencia se apoderan de mí. Tristeza por tu muerte,
la de un chico joven con ilusiones y sueños pendientes aún de cumplir. Rabia
porque tu muerte no es ley de vida, aunque cualquier muerte duela, la tuya no
tocaba todavía, demasiado temprana fruto de este virus que tiene descolocado a
este planeta y a su manera de vivir. Impotencia por no poder acompañar a tu
familia, a tu querida familia, en tu triste despedida…
Pasados
unos días y cuando estos sentimientos se van serenando, un impulso dentro de mí
me lleva a escribir unas palabras para rendirte un pequeño y humilde homenaje:
Gracias,
Jesús, por todo lo aprendido junto a ti y tu familia durante aquellos maravillosos
años en los que iniciaba mi camino como educadora en Pioneros. Tu hospitalidad,
tu generosidad, tu espíritu crítico y tu actitud proactiva en un proyecto
educativo que tenía por objetivo favorecer el desarrollo integral de la
infancia, juventud y familia, del que tú eras uno de sus principales protagonistas,
facilitó mi ilusión por formar parte de él. En mi memoria guardo grandes
recuerdos que ahora afloran más que nunca: campamentos, excursiones a la playa,
actividades en nuestro local del barrio de San Antonio, horas y horas de
conversaciones en el barrio, la boda de tu hermana…Y te recuerdo como el
bastión familiar, el pequeño de los hermanos con sobrinos de edades muy
similares a la tuya a los que cuidabas y querías con locura. Siempre dispuesto
a ayudar, siempre disponible para colaborar.
La
vida durante estos últimos años te lo puso difícil, te tocó enfrentarte a
demasiadas situaciones duras, pero tú seguiste hacia adelante con espíritu de
lucha y superación, buscando siempre mejorar y conseguir tus sueños, cumpliendo
muchos de ellos.
Gracias,
Jesús, porque tu muerte me impulsa a hacer algo que llevo años pensando, quizá
por mi propia experiencia vital, y que hasta ahora no había sido capaz de
hacer, supongo que porque vivimos en una sociedad que se posiciona de espaldas
a la muerte, en la que la muerte es un tabú, un tema incómodo, una realidad que
se oculta, que se niega. Así que hago un llamamiento a toda la comunidad
educativa para recordar lo importante que es ayudar a nuestros niños y
adolescentes a abordar la muerte, y en general toda pérdida importante (separación
de padres, desamores, inmigración…), y a gestionar el proceso de duelo tanto a
nivel preventivo como de intervención, siendo esta una cuestión fundamental
para favorecer su desarrollo integral. El duelo es un proceso natural de
adaptación, es un camino que debemos recorrer siempre que perdemos a alguien o
algo importante en nuestras vidas, y en este camino nos toca aprender a vivir
sin esa persona o sin aquello que hayamos perdido. Si apostamos por educar
sobre el duelo, ayudaremos a entenderlo, a naturalizarlo, aportaremos una
maleta de recursos y herramientas que les facilitará recorrer el camino del
duelo y sus diferentes etapas de una manera saludable. Para ello también es necesario
que nosotros, como compañeros de viaje, tengamos nuestra propia maleta para
saber hacerlo. En general, no estamos preparados para la muerte y mucho menos
para la muerte de una persona tan joven como tú, ni para gestionar y acompañar
en el proceso de duelo a las personas que han perdido a un ser querido. Aunque
hay mucho avanzado gracias a expertos en esta materia que imparten formaciones,
elaboran materiales y guías muy útiles, profesionales de la educación y
familias que se atreven a ponerlas en práctica, todavía queda mucho por hacer para
que de verdad la muerte forme parte de la vida. La actual pandemia que estamos
viviendo, y que acabó tan pronto con tu vida, nos hace hoy más que nunca mirar de
frente a la muerte, siendo conscientes de que nadie estamos libres de ser la
diana de este terrible virus y que son miles de personas en nuestro país,
millones si contabilizamos las de todo el planeta, las que han perdido a algún
ser querido, y la mayoría de ellas ni siquiera han podido despedirse, lo que
aún complica más si cabe el proceso de duelo. Creo que es un gran momento para
dar a la experiencia de pérdidas y duelo la importancia que merece, además de
en el sistema educativo y socio-familiar, también en lo referente a la salud.
Muchas
gracias, Jesús, por haberme dado la fuerza para escribir estas líneas, por todo
lo aprendido, compartido y reído contigo.
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