jueves, 9 de abril de 2015

Pensamiento y valores

Javier Navarro Algás, gerente de Fundación Pioneros.

Una de las asignaturas de las que conservo mejor recuer­do de mi etapa de estudiante es “Historia de la filosofía”. Me atraía la visión global que planteaba, muy útil para asomarse a la vida de las ideas sin la complejidad de entrar en detalle en el mundo de cada filósofo/a. Más adelante también he disfrutado con “El mundo de Sofía”, de Jostein Gaarder y la “Historia de la filosofía. Sin temor ni temblor”, de Fernando Savater, ambas en clave didáctica.
En el fondo hablamos de preguntarnos, pensar y elaborar respuestas individuales y colectivas a cuestiones esenciales, algo crucial en educación y que se da en todos los ámbitos de la vida, no únicamente en el escolar y formativo.
El entorno familiar ofrece muchas oportunidades para ello. Por mi experiencia, hay dos espacios que me parecen bastante apropiados para facilitar la generación de pensamiento y valores.
El primero de ellos es la mesa, donde la familia se encuentra con mucha frecuencia y puede abordar todo tipo de temas e inquietudes sin demasiadas distracciones. Allí, padres e hijos, tíos, primos, abuelos… podemos escucharnos y dialogar de manera distendida. El otro es el sofá, desde donde disfrutar de buenas películas fuera de la rutina cotidiana. A la fuerza de la palabra del primer espacio se une la enorme capacidad del lenguaje audiovisual para sugerir, despertar sensaciones y sentimientos que en otros contextos nos resulta costoso expresar.
Junto a lo anterior hay otra dimensión, complementaria y más poderosa aún, que es la ejemplaridad. Y es que el enraizamiento de valores en el interior de niños y jóvenes no puede quedar circunscrito a la esfera de las ideas; para que sea auténtico ha de ser vivido y compartido, y los adultos somos los modelos a imitar.
Volviendo a la filosofía, Marco Aurelio comienza su obra “Meditaciones” rememorando precisamente los rasgos más amables de aquellas personas que le influyeron, familiares y educadores. Una pequeña muestra: “De Máximo: el dominio de sí mismo y no dejarse arrastrar por nada; el buen ánimo en todas las circunstancias y especialmente en las enfermedades; la moderación de carácter, dulce y a la vez grave; la confianza de todos en él, porque sus palabras respondían a sus pensamientos y en sus actuaciones procedía sin mala fe…”
Soy de la opinión de que la crisis tan profunda que estamos atravesando tiene bastante que ver con la incoherencia entre los valores humanistas y cristianos que decimos son nuestros signos de identidad como sociedad y la práctica de los mismos en la vida cotidiana.

Los adultos tenemos la responsabilidad de facilitar a los niños y jóvenes las claves y el ejemplo necesarios para que aprendan a vivir -además del compromiso de dejarles una sociedad mejor-. Eso será la brújula que les permitirá orientarse fuera de su entorno conocido, discernir lo conveniente e ir trazando su propio camino, que sin duda tendrá sus riesgos y dificultades, pero que emprenderán con la confianza de haber sido bien equipados.

2 comentarios:

  1. Muy de acuerdo con tu comentario, Javier. A todos nos marcó un poco y casi sin querer la asignatura de "Filosofía" y también he disfrutado años más tarde de la lectura tranquila de "El mundo de Sofía".
    En cuanto a lugares, además de la mesa y el sofá añadiría muchos más, como el coche, los paseos por la calle y todos los que nos brinda el entorno diario (incluido el laboral).
    Respecto a la "ejemplaridad" totalmente de acuerdo y tiremos de refranero: "Donde fueres haz lo que vieres", "Más vale una imagen que mil palabras", "A Dios rogando y con el mazo dando",...
    Y para poner en funcionamiento nuestros valores, no perdamos nunca el objetivo...... ni la sonrisa.

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