Miguel Loza Aguirre. Pedagogo y asesor de Educación de Personas Adultas en el Berritzegune de Vitoria. Tertulia Literaria del C.P. de Araba.
Cada vez es más conocida la Tertulia Literaria Dialógica de
la Prisión. Llevamos más de 15 años haciéndola en el Centro Penitenciario Araba
de Nanclares de la Oca. En los Encuentros de Tertulia de Euskadi nos juntamos
para celebrar la gran fiesta de la lectura y compartir palabras. Algunos
miembros de la Tertulia de la Prisión también participan, aunque su presencia no
es física porque no pueden salir, y nos escribieron unas palabras para que las
leyéramos en su nombre en el Encuentro:
“Amo leer. Amo ese
tiempo que precede a la apertura del libro, el instante antes de sumergirme en
la primera frase, la emoción en cada poro y en el centro de mi ser, niña
nuevamente antes de abrir, expectante, un nuevo regalo, y es que ante cada libro
nuevo siempre ocurre como ante aquel primero.
Leer es una inmensa emoción que roza la dependencia.
Dependencia que, contrariamente a la que crea sumisión y olvido de uno mismo,
te hace crecer y creer, pensar y soñar, te enfrenta a cien espejos y te abre
mil caminos, te invita a compartir y a buscar, a mirar y no solo ver,…
aprendes, viajas, lloras y ríes… Te enervas y agitas, te estremeces de placer
ante la perfección de un oxímoron o la humildad de una metáfora, te eleva hasta
más allá del cielo o te hunde en la más profunda de las cavernas del alma
humana.
Y qué suerte poder compartir todo esto en las tertulias
literarias, esos encuentros informales entre gentes de letras y amantes de
ellas en los que se habla, discute y debate sobre arte, literatura, política, y
todo lo que se tercie…
¡Cuántas tertulias fueron base o pretexto de conspiración,
fragua de ideas, estímulo de proyectos de donde surgieron nuevos movimientos
literarios! Al aire libre, en palacios, en celdas de conventos y en burdeles de
lujo, en librerías, en casas de artistas o literatos, en cafés… Ya hace mucho
que son práctica del pueblo llano, incluso se han instaurado en las cárceles, y
el resultado es siempre extraordinario.
Quienes no sólo tenemos, sino que sentimos el placer de
participar en tertulias literarias, lo vivimos como si seguimos estando en este
nuestro mundo pero ya no estamos. Se crea una atmósfera que sólo respiramos
nosotros, un aire que sólo nosotros compartimos, y con las palabras de cada
autora o autor, emprendemos un viaje juntos. Aparecen entonces los paisajes,
los personales, todo cobra vida y se mueve, habla, siente, a través de
nosotros. Quien escribió ese libro que abrimos todos casi al unísono, nos
entrega su contenido pero no se marcha, permanece allí, envolviéndonos y
paseándose entre nosotros. Va del uno a la otra, de la frase elegida por
alguien, al párrafo en el que coincidimos todos; salta de nuevo hacia delante o
vuelve unas páginas atrás porque alguno recupera una emoción que no vimos y que
provoca una comunión de sensaciones.
Entonces surge el comentario mordaz, la reflexión personal, la puya más
o menos amistosa, los recuerdos y vivencias, las opiniones y sentencias, y el
autor nos sigue, ensimismado, acalorado, entregado desde su libro y abrumado,
tal vez, por todo lo que despierta, encantado de haber sido el origen de esa
polémica, de esta efervescencias emocional e intelectual. Seguramente, daría
cualquier cosa por poder encarnarse y estar ahí, con nosotros, meter baza…:
“¿pero qué dice el de rojo? ¡Si está clarísimo! ¡Mi descripción del
protagonista es escueta porque yo así lo quise!”… “¿veis? la señora rubia de
las gafas lo entendió perfectamente”,… “pero, ¿cómo se le ocurre al de barbas
calificar mi obra de “tostón?”,… “¡Por favor! ¡Yo en esa frase reafirmo la
exageración de lo convencional!”…
Y así, entre lecturas, silencios y debates, podemos irnos
hasta las guerras carlistas, partiendo de la Guía de perplejos de Maimónides,
pasando por las anécdotas menos inverosímiles y a través de las vivencias más
descarnadas.
Gracias a estas reuniones, pequeñas veladas, círculos de y
para el entendimiento, hablamos con las autoras y autores, hacemos que revivan
sus historias, sus emociones y las de sus personajes, haciéndolas nuestras en
cierto modo, llenando de vida palabras que ya la tienen pero que necesitan ser
leídas para que sigan vivas a través de los tiempos. Al abrir el libro
permitimos que vivan las palabras y, cuando lo cerramos –como dijo Neruda-
abrimos la vida.
Muchos, infinitos paisajes nos esperan; historias,
personajes y palabras que nos llaman, surgen y se mueven como alas que nos
crecen en la espalda. Doy gracias infinitas a quienes nos ofrecieron y siguen
brindándonos ese regalo inestimable.
Sigamos abriendo la vida, de par en par.
Feliz viaje vital a todos y todas.”
Tertulia Literaria del C.P. de Araba
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