Miguel Loza Aguirre. Pedagogo y asesor de Educación de
Personas Adultas en el Berritzegune de Vitoria.
Me ocurrió este verano pasado cuando cogí un autobús para ir
de Chipiona a Rota. Todos los asientos tenían cinturón de seguridad, pero
nadie los usaba. Y he de confesaros que, aunque siempre me lo pongo en el coche
y en los autobuses, en aquella ocasión, al ver que nadie lo utilizaba y que el
trayecto era corto no me lo puse. Una vez más y muy a mi pesar me había
incorporado a “la Secta de los valientes”. Y digo esto porque en nuestra
sociedad, desgraciadamente, estamos acostumbrados a escuchar datos acerca de
los accidentes mortales de circulación que nos indican que un porcentaje
significativo de esas muertes se produce en personas que no llevan puesto el
cinturón de seguridad. Seguramente entre ellas habrá algún “valiente” que en
su momento diría que “total para lo que sirve el cinturón”, o que “para un
trayecto tan corto”… Algo parecido viene ocurriendo en lo referente a las
motos. Es cierto que cada vez se ven más cascos, aunque algunos son los
llamados “quitamultas”, es decir, que sirven para que no te pongan la multa,
pero cuya protección es mínima en caso de accidente. He oído en ocasiones que la
razón para no llevar el casco es que estropea el peinado o que, y aquí aparecen
los “valientes”, llevar el casco es de miedicas. Qué os puedo decir de los que
andamos por la ciudad en bici. La mayoría va sin casco. Yo soy uno de esos
elementos raros que lo usa, amén de llevar luces, timbre y espejo retrovisor. Y
digo raros porque cuando me ven de esta guisa, la mayoría de las personas se
sorprenden y me insinúan que soy un poco exagerado. Otra vez los “valientes” y
su secta señalan como ridículas las medidas de seguridad.
Esta secta aparece no sólo en cuestiones de tráfico, sino
también a otros niveles. En general, surgen en situaciones que encierran
cierto riesgo invitando a los colegas que están a su lado a no tenerlos en
cuenta porque en su opinión no hay tal riesgo, añadiendo que si tomas determinadas
precauciones estás dando a entender que eres un cobardica con el que nadie querrá
estar. “¿No me digas que no te vas a atrever a hacer eso?” “¿tú no serás de los
o las que…?” son expresiones que suelen utilizar para intimidar a sus colegas y
conseguir que hagan lo que se proponen. Pero si los accidentes de tráfico
causan daños irreparables, no son menores los que se producen en otro tipo de
acciones como puede ser el llamado “balconing”, es decir, el saltar desde la
terraza de un hotel a la piscina, en el que todos los años mueren varios
jóvenes. Seguro que aquí también han estado los de “la secta de los valientes”
animando a sus compañeros a realizar el salto mortal. Y qué deciros de
cuando se trata de tomar, fumar o esnifar determinadas sustancias como alcohol,
pastillas o alguna otra sustancia que, aunque se camuflen con otros nombres,
son lisa y llanamente drogas. Aquí también surgen de nuevo y con todo su vigor
los “valientes” para presionarte a fin de incrementar sus ganancias o,
simplemente, para que compartas el riesgo que conlleva la toma de esas
sustancias. Porque ellos sí que conocen esos riesgos y no quieren asumirlos
solos.
Hace tiempo que dejé esta “secta de los valientes” y no precisamente
para ser un cobarde. La dejé porque no me gusta que me presionen ni mi
intimiden para hacer algo que no quiero; la abandoné porque como solamente
tengo una vida no quiero arriesgarla en estupideces; y me marché porque
descubrí que esos “valientes” que me presionaban en nombre del coleguismo y la
camaradería no eran amigos, sino enemigos porque: ¿qué clase de amigo te puede
animar a poner en riesgo tu vida? Prefiero estar solo a tener estas compañías
ruinosas. En fin, que desde hace algunos años he entrado en formar parte del
grupo de valientes que se atreven decir NO a las insinuaciones de esos cobardes
que he catalogado como “la secta de los valientes”, y desde aquí os animo a
dar ese paso, a tener el valor necesario, porque muchas veces para decir NO hay
que ser mucho más valiente que para dar el terriblemente sencillo SÍ de los
cobardes.
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