Jesús Jiménez Martínez. Director del CP San Prudencio (Albelda de Iregua).
La educación de
nuestros jóvenes no puede quedar en las manos exclusivas de los centros
educativos. Cuando un niño llega a la escuela con tres años, lleva dentro de
sí toda una serie de hábitos, actitudes y comportamientos aprendidos que serán
la base sobre la que irá construyendo su personalidad en todas sus facetas. En
los centros educativos pasan nuestros hijos y alumnos un 20% de su tiempo, 5
horas. El resto, 80% o 19 horas, están bajo la mirada y responsabilidad de sus
padres.
Educar a todos entre todos, es el camino para lograr una
sociedad más justa. En este sentido, se hace necesario cada vez más, la puesta
en marcha de proyectos y programas donde todos, docentes y familias, podamos
parar y reflexionar. Se echa de menos momentos y lugares para la reflexión. Se
echa de menos aquellos tiempos en que la sociedad en general y el mundo
educativo en particular dedicábamos parte de nuestro tiempo y esfuerzo a
analizar, valorar y tomar decisiones sobre el qué y el cómo educar a nuestros
hijos y alumnos. Fueron tiempos de análisis y de toma de decisiones que a
posteriori hemos comprendido como necesarias. Fueron momentos esperanzadores.
Fueron tiempos ilusionantes. Fueron momentos vivos en que los centros
educativos, y la sociedad en general, hervían de ganas de hacer y, sobre todo,
de innovar.
Han pasado los años y parece que todo ha ido diluyéndose. Se
oye en muchos círculos comentarios que me preocupan: “los experimentos, con
gaseosa”, “no queremos ocurrencias en educación”. Nos hemos metido en nuestros
centros y en nuestras aulas. Los centros se han puesto una coraza y apenas
mantienen relación con su entorno y gente más próxima. Es tal vez un mecanismo
de defensa frente a la que está cayendo, frente a todo lo que se está exigiendo
a los centros educativos y lo poco que se les está dando para hacer efectiva
esta labor tan importante y fundamental en la sociedad que estamos construyendo
en el día a día: su futuro y su progreso. Nuestra sociedad del futuro depende
de la formación que seamos capaces de dar a nuestros hijos, a nuestros
herederos, para bien o para mal. Hoy, más que nunca, se hace necesario
despertar. Toda la sociedad ha de despertar por el bien de ella misma, por
aquellos que son nuestro futuro, que son el progreso. Necesitamos a todos.
Necesitamos parar. Necesitamos reflexionar, pero todos juntos. Sin lugar a
dudas, este comienzo del siglo XXI, el siglo de las nuevas tecnologías, es un
buen momento para tomar decisiones en muchos aspectos de la vida, pero sobre
todo en el educativo. Estas decisiones van a marcar, el sendero a seguir en pos
de una sociedad más justa y que espera lo mejor de cada uno de sus individuos.
Se observa en este momento en el mundo educativo, aunque a
lo lejos todavía, algunos grupos de personas dispuestas a trabajar en equipo, a
buscar nuevas fórmulas y estrategias que permitan conseguir una mayor calidad
en nuestros centros, a analizar y valorar aquellas actuaciones educativas que
han tenido éxito en otros espacios y a ponerlas en marcha, si así se cree
oportuno, aquí y ahora. Son personas que representan a toda la comunidad
educativa porque la clave del éxito final radica en la común unión de todos los
que buscamos el mismo objetivo, una escuela de calidad para todos nuestros
hijos y para todos nuestros alumnos. Pero en este empeño no podemos ni debemos
estar solos. La sociedad, y en especial sus representantes elegidos
democráticamente, han de empujar con todas sus fuerzas para que todos los
movimientos a favor de una escuela de calidad sean apoyados e impulsados y no
frenados ante el temor de no sé qué miedo a no se sabe muy bien a quién.