Soledad Suárez González. Educadora social.
De regreso de mi viaje como cooperante voluntaria, y ya con
las emociones más reposadas después de unas cuantas semanas en casa, me
dispongo a cumplir el encargo de Pioneros de escribir un artículo para contar
mi experiencia en un proyecto socio-educativo en el noreste de Brasil.
Como todos sabemos, Brasil es el pulmón del mundo, con una
vegetación exuberante y una selva riquísima en flora y fauna, además de ser un
país inmenso. Lo que no saben todos es que, precisamente por los miles de
kilómetros que tiene de norte a sur y de este a oeste, se dan muchas
diferencias y contradicciones. Así, a pesar de tener el mayor bosque tropical
del mundo, también tiene una zona muy árida y deprimida en la parte noreste del
país, a unos 5000 kilómetros del Amazonas. Esta región en Brasil es conocida
como el Sertao, que no debe tener traducción literal pero que significaría más
o menos el Secarral. Sí, sorprendentemente, Brasil tiene una zona desértica y
pobre por todos los problemas que acarrea la falta de agua: falta de salud, de
higiene, de recursos naturales... y es allí donde trabaja la ONG donde fui a
cooperar. Hay que decir que las
políticas brasileñas de los últimos años están ayudando a paliar esta
situación, ya que están llevando el agua potable a todas las familias y han
fomentado la construcción de pozos para el riego, consiguiendo así la creación
de huertas, esperanza en los habitantes del noreste y van frenando el éxodo
rural.
Pero vayamos al principio de mi viaje. De la mano de la
Fundación Pioneros llegué a la Asociación Lar Santa María, que está situada en
esta región ya citada del Sertao, concretamente en el término municipal de
Itiúba, en el norte del Estado de Bahía -Brasil- (también tienen otra sede en
el Estado de Sao Paulo). Se trata de una ONG brasileña dedicada a jóvenes, con
la que colabora Pioneros a través de su área
de cooperación. El proyecto de esta ONG nace con vocación social para
facilitar la integración de los jóvenes que tienen dificultades de promoción e
inserción social. Está abierto a todos los chicos y chicas de la zona con
edades comprendidas entre 15 y 18 años, sean de la condición que sean. La
asistencia a este centro es totalmente voluntaria y gratuita y el único
requisito para poder participar en el proyecto, aparte de cumplir las normas
básicas de convivencia e higiene del centro, es estar escolarizado en la
enseñanza reglada brasileña, es decir, si no estás estudiando, no puedes
participar.
El Lar, como lo llaman ellos, también ofrece actividades educativas:
aulas de música (principalmente percusión, trompeta y guitarra española),
informática, medio ambiente..., realizan debates en grupo referente a sus
intereses, y además, disponen de 45 minutos de descanso en los que la entidad
ofrece almuerzo, charlan y juegan al fútbol. Toda esta actividad se realiza en
horario de 08:00 a 11:30, luego los autobuses los llevan a sus casas, y por la
tarde acuden a sus institutos.
Mi estancia en el proyecto ha servido para impartir un
taller de español teatralizado, en el que los jóvenes se han transformado en
actores sin miedos ni vergüenza, con mucho interés en aprender español. Pero
también han sido casi 2 meses de experiencia, trabajo, emociones, amigos,
frutas, cactus, enseñanza-aprendizaje, charlas, risas, mosquitos, forró (música
típica de la zona) y calor. Una experiencia gratificante en un Brasil que me ha
sorprendido y encantado por igual, y sobre todo, sobre todo, con unas gentes de
una calidad humana no siempre fácil de encontrar.